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Chile: ecosistemas vulnerables en plena crisis climática

Archivo. -Chile, un destino único para disfrutar del turismo de volcanes. / Fuente: EP

Es imprescindible que el Estado comprenda la relevancia de estos territorios para la nación, salvaguardando de forma eficaz sus ecosistemas

Chile es una nación caracterizada por sus cordilleras. Estas majestuosas y hermosas formas geográficas cubren 47,8 millones de hectáreas, siendo también el hogar de 3,6 millones de individuos, de acuerdo con cifras de la FAO.

Además de su grandiosidad, las montañas son ecosistemas vitales para el crecimiento de la vida: albergan una gran cantidad de la biodiversidad del planeta, nos suministran el agua que usamos, desempeñan roles de regulación del clima y en ellas se llevan a cabo actividades productivas significativas que mantienen nuestra economía.

Además, representan un santuario para diversas formas de vida, sitios sagrados y de esparcimiento y vinculación con la naturaleza. No obstante, estas torres de vida afrontan actualmente una crisis climática nunca antes vista, y la negligencia en cuanto a su salvaguarda y administración puede acarrear efectos irremediables.

Las montañas andinas son depósitos de agua en sus múltiples formas: desde glaciares hasta complejas redes de agua que permiten el nacimiento de ríos. Sus aguas son esenciales para la vida humana, no solo en las zonas elevadas, sino también en las aguas bajas, que actualmente están en peligro debido al cambio climático cada vez más rápido.

Lo mencionado anteriormente se refleja en el retroceso glaciar: el 90% de los glaciares de cordillera están reduciendo su superficie, en cambio, en los Campos de Hielo Sur se observan retrocesos de hasta 30 metros anuales. Además de proporcionar agua, las montañas actúan como refugios para la biodiversidad.

En sus variados estratos de altitud residen especies acostumbradas a condiciones extremas, desempeñando funciones vitales en el balance de los ecosistemas o esenciales para la provisión de alimentos. No obstante, el deterioro de estos lugares debido a acciones humanas como la minería o la tala de árboles está perjudicando su potencial de regeneración, poniendo en peligro tanto a las especies que los habitan como a los servicios ecosistémicos que nos brindan.

Las comunidades rurales e indígenas que residen en las montañas han protegido estos territorios a lo largo de las generaciones. Sus técnicas agrícolas y de gestión del agua están profundamente fundamentadas en saberes locales que han facilitado su persistencia a lo largo del tiempo.

No obstante, estas comunidades se enfrentan a situaciones extremas, tales como sequías extendidas, inundaciones, aluviones y deslizamientos, fenómenos que se vuelven cada vez más habituales, perjudicando su habilidad para adaptarse y amenazando la seguridad de su alimentación y la de sus fuentes de subsistencia.

En este contexto, las soluciones no son sencillas, pero sí son factibles. La combinación de saberes locales con tecnologías emergentes puede ser una opción para enfrentar esta crisis.

Por ejemplo, en el sur de Chile, comunidades indígenas, rurales y no indígenas han establecido sistemas que fusionan cultivos de alimentación con especies autóctonas, lo que facilita la recuperación del suelo y la salvaguarda de fuentes de agua, lo que a su vez favorece la continuidad de la vida y la creación de ingresos. Si se refuerzan desde el ámbito local con políticas públicas apropiadas, estas prácticas pueden ser una opción para ajustarse o minimizar estos efectos.

En esta situación, un reto vital para nuestra nación es contemplar el porvenir desde sus picos. Para lograrlo, es fundamental el desarrollo de políticas públicas orientadas al territorio. Aunque estos territorios constituyen más de la mitad del territorio de Chile, no han sido tratados con el cuidado que merecen y desde este enfoque de integración.

Es imprescindible que el Estado comprenda la relevancia de estos territorios para la nación, creando herramientas y regulaciones jurídicas que faciliten la salvaguarda eficaz de sus ecosistemas y, simultáneamente, impulsen modelos de desarrollo que se ajusten a las cosmovisiones y requerimientos de las comunidades que los residen.

En la celebración del Día Internacional de las Montañas, desde el Laboratorio Natural Andes del Sur, hacemos un llamado a tener en cuenta que lo que se está disputando no son únicamente paisajes de gran singularidad y belleza, sino los cimientos que mantienen nuestra vida. Las montañas son estructuras vivas que nos suministran agua, alimentos y diversidad biológica, a la vez que nos vinculan con nuestra identidad y nuestras orígenes.

Salvaguardarlas no es únicamente un asunto ambiental, es una obligación conjunta del Estado y todos los participantes de la sociedad civil para asegurar un futuro viable.

Por su interés reproducimos este artículo escrito por Carla Marchant publicado en El Mostrador.

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