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Casta

Daniel Gómez-Fontecha

Era la palabra de moda allá por el año 2015, cuando, recién salidos de la plaza de la Puerta del Sol y con el bipartidismo dando sus últimos zarpazos en el Congreso, aquel que iba a tomar el cielo por asalto colocaba, con gran inteligencia política, la palabra “casta” en todas las tertulias y medios de comunicación para referirse a todos esos personajes que se aferraban a los cargos, usaban las puertas giratorias y los poderes fácticos que nunca se presentaban a las elecciones.

Decían que habían venido a apartar a todos ellos, a romper con los que habían gobernado el país durante décadas e implantar una nueva política que tuviera en el centro la humildad, la dignidad y la gente de la calle. Pero, como siempre ocurre en política y en cualquier proceso revolucionario, la revolución devora a sus hijos y Podemos, al contrario de las predicciones que hacía Monedero, parece haber sido engullido por las más suculentas moquetas.

Lo que está ocurriendo entre Yolanda Díaz y la coalición de Unidas Podemos no deja de ser lo habitual en el terreno político, lo que ha sucedido toda la vida en todos los partidos desde el comienzo de esta nuestra democracia y más en aquellos que se han querido situar a la izquierda de la izquierda: una lucha por el escaño, por la lista, por el puesto.

Esa, la más cruel de las batallas, la que se fragua en los pasillos de las sedes de los partidos a la espalda de la opinión pública y en la más absoluta opacidad, es la que se está escenificando una vez más y cada día a mayor escala en los medios de comunicación y se está trasladando a los votantes.

La ministra de Trabajo, que está siendo una de las protagonistas de la legislatura por su labor en el ministerio, parece ser plenamente consciente – al menos eso se percibe desde fuera- del deterioro que sufre y lleva sufriendo la marca electoral que representa. Es conocedora de que el núcleo duro, aquellos que llevan ahí desde el comienzo, más que sumar– y nunca mejor dicho- restan en el caso de presentarse como candidata a la presidencia del Gobierno.

Y lo hacen porque, al igual que Anakin Skywalker en La guerra de las galaxias, se han convertido en aquello que juraron destruir.

Ya no son esa rebeldía que representaba al 15-M, ahora son el Gobierno; ya no son los que provocan escraches, son los escrachados; ya no son ejemplo de humildad, ahora algunos son privilegiados; ya no pueden amenazar con reprobar ministros y convocar huelgas, las huelgas son convocadas contra ellos porque su gobierno, ese del que forman parte con cuatro ministerios y al que hacen oposición al mismo tiempo, no está logrando paliar los efectos de la crisis económica, social y política del país.

Por todo ello es por lo que Díaz quiere reconstruir esa nueva izquierda, quiere traer a gente nueva, desintoxicada de la política y más cercana a la nueva realidad, esa de la que muchos de sus compañeros parecen haber desconectado por completo. Y es esa voluntad, ese sumar y querer comenzar de nuevo, lo que parece molestar en la formación morada.

El propio Pablo Iglesias pareció confirmarlo el otro día “Te hemos hecho ministra, vicepresidenta. Respétanos”. Como diría aquel, pues eso. Es lo de siempre, la casta se defiende.

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