Hoy: 19 de febrero de 2025
Al padre Ángelo le gustaban las camas grandes y las puertas cerradas para impedir que la intimidad se escapara por los espacios que él no podía controlar. Siendo un hombre de fe intensa y de coraje mesurado comenzó a creer en lo maravilloso la primera vez que fue a Venecia y le asignaron, en el Hotel Salvani, una habitación que daba al cruce de dos canales estrechos. Desde su balcón contemplaba el lento vaivén de las góndolas al compás del flujo verde y denso del agua.
Cualquiera que no fuese el padre Ángelo se hubiese aburrido con la rutina de sólo mirar a solas, contemplando la noche y ajustando el silencio de la luz sobre la cabecera de su cama.
Satisfecho y complacido en la estructura de su habitación, el padre Ángelo entornó los ojos que se abrieron de pronto al grito de una mujer enfrente con un cuchillo en la mano. Creyó el padre Ángelo que había llegado el final de su vida… pero se trataba del inicio de los carnavales venecianos que le volvieron a la realidad desde las apariencias. Nunca más quiso volver a Venecia el padre Ángelo, porque bastantes carnavales tenía ya analizando la vida.