El FC Barcelona cayó 3-1 ante el Borussia Dortmund en una noche de sufrimiento, errores y tensión en el Signal Iduna Park. Sin embargo, el contundente 4-0 conseguido en la ida en Montjuïc sirvió de salvavidas para sellar el billete a semifinales de la Champions League seis años después.
El resultado final quedó empañado por una actuación irreconocible del conjunto de Hansi Flick, superado en intensidad, precisión y actitud durante casi todo el encuentro. Fue un Barça que pareció salir al campo con la única idea de que “se podía perder”, y por momentos dio la sensación de que también se podía quedar fuera, según una información de Europa Press.
El primer mazazo llegó temprano: penalti innecesario de Szczesny y gol de Guirassy. El delantero del Dortmund, que había tenido una noche negra en la ida, se convirtió en verdugo esta vez con un hat-trick que hizo temblar los cimientos del proyecto europeo del Barça.
Flick rotó, y se notó. Sin Pedri de inicio, sin Iñigo Martínez (apercibido), y con Gavi sin ritmo, el equipo perdió el control habitual del mediocampo. Araujo, habitualmente seguro, cometió errores de bulto, incluido uno que regaló el tercer gol local.
Solo un autogol de Bensebaini tras una jugada sin mucho peligro ofreció oxígeno al Barça. Pero el Dortmund no bajó los brazos. Guirassy, con el tercero en su cuenta, volvió a agitar los fantasmas de Anfield, de Roma, de tantas noches negras. Araujo, desdibujado, falló en la salida y el delantero germano no perdonó.
Y es que el Barça nunca se sintió cómodo. Flick dejó en el banquillo a Pedri y protegió a Iñigo Martínez. Y lo notó. Gavi no encontró su sitio, Araujo fue un manojo de nervios y Raphinha apenas inquietó. Solo Gerard Martín salvó el honor con un partido serio en el lateral.
El técnico alemán no ocultó su enfado desde la banda. Ni siquiera los cambios —Pedri, Ferran, Eric García, incluso Olmo— lograron despertar a un equipo que se dedicó a resistir más que a jugar. La posesión fue estéril. Las combinaciones, previsibles. El sufrimiento, innecesario.
Pero esto es la Champions, y si hay un partido para fallar, era este. El Barça llega a semifinales por primera vez en seis años. Vuelve a codearse con los grandes. Y lo hace con una valiosa lección en el bolsillo: la relajación se paga cara y la historia, aunque no se repita, siempre está al acecho.
Lo que queda es una advertencia. El Inter o el Bayern —futuros rivales— no perdonan. Y este Barça, para llegar a Múnich, tendrá que ser mucho más que lo que mostró en Dortmund. Pero mientras tanto, toca respirar. Porque el objetivo se ha cumplido. Y eso, en Europa, ya es mucho decir.