López Obrador y el gobernador de Sinaloa restan importancia a los brotes de violencia en Culiacán
Lo que le faltaba a México, posiblemente el país más peligroso del mundo.
El arresto el pasado 25 de julio, en EE UU, de Ismael El Mayo Zambada, uno de los capos más importantes del narcotráfico y antiguo socio de Joaquín El Chapo Guzmán, ha encendido una batalla interna en el Cártel de Sinaloa, dejando hasta el momento alrededor de 250 muertos en Culiacán (México).
Los enfrentamientos entre los seguidores de El Mayo y los hijos de El Chapo, conocidos como Los Chapitos, han sumido a la población civil en un estado de pánico, mientras crece el clamor por la intervención del Gobierno de México.
En las calles de Culiacán, capital del estado de Sinaloa, reina el caos desde el 9 de septiembre. El conflicto, que ha dejado al menos 250 muertos hasta el momento, 11 heridos y 20 desaparecidos, según cifras oficiales, ha tenido un impacto devastador en los más de 800.000 residentes de la ciudad. Da miedo salir a la calle. Y el problema es que la guerra se va a extender al resto del país. Además, todo indica que se ha producido una alianza entre los chapitos y los sicarios de El Mencho. Es decir, cientos de sicarios de ambas bandas, con los del El Mencho apoyando a una de ellas, en plena guerra.
Los habitantes, las principales víctimas de esta espiral de violencia, exigen al presidente Andrés Manuel López Obrador que envíe más refuerzos militares para frenar la guerra entre las facciones del cártel. Pero desde el Gobierno se le resta importancia.
El origen de esta sangrienta confrontación puede trazarse hasta el arresto de Zambada, quien fue capturado en Texas junto a Joaquín Guzmán Güero, el hijo mayor de El Chapo. La captura, que fue presentada como un éxito de las autoridades estadounidenses, se vio rápidamente envuelta en controversia cuando El Mayo acusó a Los Chapitos de haberlo entregado a Estados Unidos. Este presunto acto de traición dinamitó la frágil tregua que ambas facciones habían mantenido durante años.
López Obrador
Mientras tanto, los ciudadanos de Culiacán viven sumidos en el miedo. Las balaceras y secuestros son eventos cotidianos, y los residentes tratan de minimizar su exposición al peligro evitando salir de sus casas.
Las autoridades regionales han tomado medidas extremas, como suspender las celebraciones del Día de la Independencia y enviar a los niños a casa para recibir clases virtuales, en un esfuerzo por proteger a la población.
A pesar de la creciente tensión, tanto el presidente en funciones López Obrador como el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, han quitado importancia a los brotes de violencia. Ambos han asegurado que se trata de enfrentamientos aislados entre las facciones del cártel y que el despliegue de la fuerza militar es suficiente para controlar la situación. Sin embargo, las críticas a su inacción no se han hecho esperar.
El Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo, ha dejado claro su capacidad para desafiar al Estado mexicano en múltiples ocasiones.
En episodios anteriores, como los llamados culiacanazos de 2019 y 2023, los miembros del cártel demostraron su poderío al enfrentarse directamente contra las fuerzas armadas mexicanas, paralizando la ciudad durante días.
La actual guerra interna entre las facciones de El Mayo y Los Chapitos pone a prueba nuevamente la autoridad del Gobierno mexicano, que parece incapaz de controlar la creciente ola de violencia en una región que, durante décadas, ha sido gobernada por el narcotráfico.