Un tuit de un catedrático de Podemos y Sumar favorable a la amnistía pone en la mira a los jueces Marchena, García Castellón y Pablo Llarena, entre otros
Adláteres de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont (los Falcomont) ya han activado la maquinaria de listas goebbelianas señalando a jueces que, según su peculiar exégesis, ladean la ley y actúan conniventes con la política enemiga. El dúo lo llama Lawfare (sí, mejor en inglés que en castellano o catalán, para que pase inadvertido lo que realmente oculta ese término sajón). Si nadie lo remedia, estos Falcomont, !atención¡ se van a montar un chiringuito parlamentario para ponerse ellos la toga y juzgar a los magistrados que tufeen ideologizados. Normalmente coinciden con los que los investigan a ellos por sus fechorías y no tan fechorías.
Y ya han abierto el saco para decapitar a algunos de los magistrados más relevantes de este país: Marchena, García Castellón o Pablo Llarena, o el juez que osó decretar que la exvicepresidenta valenciana de Compromís Mónica Oltra había intentado tapar los abusos sexuales de su marido a una menor tutelada por el departamento en la que ella era la superjefa.
Ya están en la diana, pero no por incompetentes que, en su caso, podría ser razonable, sino porque avizoran en ellos matices políticos. Porque dictan resoluciones que a ellos les incomodan, y porque (¡¡¡tiene bemoles la cosa!!!) son los afectados.
Un profesor sevillano de Derecho Constitucional, se llama Joaquín Urías, cercano al partido Sumar y a Podemos, ha lanzado un tuit donde suelta que jueces lawfare son, entre otros, el presidente de la Sala Penal del Supremo que juzgó y condenó a los líderes del procés, Manuel Marchena, y el juez que más casos complejos y graves tramita desde hace años en la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, quien recientemente ha imputado a Puigdemont en una causa por actos de terrorismo.
Y es que Puigdemont ha impuesto a Sánchez (y este no ha rechistado, y si lo ha hecho le ha podido más el glamour del Falcón) crear comisiones parlamentarias que investiguen a los jueces, según ellos, ideologizados. Y esto lo suscribe el mismo que quería crear una justicia catalana en la que él, sí, él, nombraba a dedo al presidente de un hipotético Supremo catalán.
Desde esas comisiones se pueden censuran las resoluciones de los jueces que ellos señalen como lawfare.
Ya quisiera el todo catedrático Urías tener la mitad del cuarto de la inteligencia jurídica de Marchena. Son memorables sus intervenciones durante el juicio del procés. Le han generado un ejército de simpatizantes en las redes sociales. Nunca antes tanta sutileza jurídica dejaba absortos a las defensas y a los procesados.
Y es que creían que solo ellos eran poseedores del Rh bueno, y no daban crédito de que hubiese en Madrid, en los estrados de una sala deslumbrante, la suite de la justicia española, un juez de impecable dicción jurídica al que ninguno de los abogados defensores se atrevía a refutar casi nada. So pena, a veces, de caer en el ridículo. Y eso que todo ellos eran listísimos, la crem de la crem de la abogacía catalana.
El juez Marchena llevó luz y taquígrafos a la vista del procés y el catedrático Urías es uno de los juristas que presentaron en Barcelona la propuesta de amnistía suscrita por Podemos y Sumar.
Según Urías (así lo dice en el Tuit que figura en la fotografía de arriba), los dos citados jueces han dictado resoluciones ideológicas. A García Castellón, se supone, porque acaba de imputar supuesto delito terrorista a Puigdemont, por participar en la constitución desde Ginebra de Tsunami Democràtic, 2019, tras la sentencia condenatoria del Supremo.
A Puigdemont le molesta que el juez haya descubierto chats en los que aparece como una de las personas que azuzaron desde Ginebra la creación de esa organización, vinculada con lo acontecido en el aeropuerto de El Prat. Las decenas de miles de personas que colapsaron el aeropuerto barcelonés, con aviones entrando y saliendo -hubo que desviar vuelos-, y con un turista que murió de un ataque cardiaco por el caos urdido sin que pudiera ser evacuado a un hospital.
Desde las gafas oscuras del Falcón de asientos piel marrón, Sánchez habla de amnistía por “la convivencia”. No por el Falcón, ojo, sino por la convivencia. Eufemísticamente lo llama así, convivencia. No el Falcon, es la convivencia. Si realmente le preocupa eso debería convocar elecciones, como le pide el 14 años presidente Felipe González, y concurrir a ellas sin más mentiras. Lo de convivencia es porque cuando tiene alguna ocurrencia, pone a trabajar a su legión de mentes subsidiadas para que inventen engañifas a sus ideas.
Antes de amnistiarle, Sánchez le entregó la sedición a los secesionistas, para sacarlos de la cárcel. Es inédito lo de Oriol Junqueras y los Rull y Turull, condenados a once años y nueve años y ya ni se acuerdan del olor de las celdas. Ha sido un visto y no visto, la pena. Puigdemont se fugó en el maletero de un coche. Pero ahora sabe que, por un puñado de votos, su socio Sánchez lleva el Código Penal como libro de cabecera para que no le falta de ná a Puigdemont.
…Y queda la letra pequeña
Y aun queda por leer la letra pequeña del pacto Falcomont, el que ayer echó a la calle a una multitud de personas en media España. El no ha ganado las elecciones, pero tiene la llave de los millones de todos. Y como entremés ya ha mandado el gordo navideño para Barcelona, íntegro, 15.000 millones. Así de generoso es el Falcón de Sánchez gafasoscuras. Y todo por volar solo.
La mirada de ayer de Sánchez a las imágenes de las manifestaciones debió ser de rabia y desdén. Hacía tiempo que no se veían tantas y tan voluminosas.
Frotándose las manos, quien sabe sino entonó aquello de tururú tururú… del Falcon no me apeo. Y, “yo soy presidente esta semana sí o sí”, en una mutación de idea cambiada del olvidado no es no. Ha cambiado de opinión y ya todo sí es sí, Puigdemont.
¿Qué le dará a esta criatura -sin contar el Falcón- el sillón de La Moncloa…? Está endrogado. Sabe que desde allí basta apretar un botón y elevar la deuda pública a más de 1,5 billones, con B. No tiene tembleque cuando se pone a repartir millones por votos.
Ahora ha tenido cuatro años para atarlo todo. Salió malamente de Ferraz y se juró que nunca más las rendijas de los estatutos del partido le desahuciarían del sillón socialista.
No se le va de la sien cuando se enfrentó a él Susana Díaz, escondida ahora en el Senado con un buen sueldo y con la boquita cerrada vaya a ser que el perdón falconiano desate otra vez su ira. Siempre hay un sueldo de silencio para la otrora todopoderosa Susana, hoy de triste coleta trasquilada.
El único que ha tenido bemoles de no callarse, entre los miles de estómagos falconianos agradecidos, ha sido el presidente de la Junta de Castilla la Mancha, Emiliano García Page. Si Sánchez pudiera dinamitarlo, ya lo habría hecho.
Ya nada queda de aquel concejal de Madrid que cuando le dejaban hablar en los plenos, al terminar iba a sus amigos corriendo a preguntarles si había estado bien. Ni del cafetero del grupo de Pepiño Blanco. Ni de la urna acortinada. Pues el fue quien dispuso colocar una urna detrás de una cortina en la sede del PSOE el día que las sombras de Rubalcaba y Felipe González le segaron la cabeza. Pero le dejaron herido, lo proscrito en cualquier batalla.
¿Qué le prometería a la plebe socialista?
¿Qué le prometería a la plebe socialista cuando, presa del rencor, iba de pueblo en pueblo con el coche destartalado? ¿Un rollo macabeo? ¿Alguna de sus trolas, esas que campaña tras campaña les ha endiñado a los españoles, y que las desmiente solo unos días después con aplomo? Pronto, si no los hay ya, habrá hasta chistes de paralelismo entre el embuste y Sánchez
Pero es posible que aún haya partido. Por mucho que los Falcomont se hayan abrazado, queda partido, aseguran fuentes socialistas díscolas de la línea falconiana ¿Qué sucedería si el más alto tribunal español penal, cuando le vengan con la aministía de Puigdemont, plantea una cuestión de prejudicialidad a la justicia europea. La amnistía no es ninguna broma (ni ha habido ni hay delito: 4.000 beneficiados, hasta el propio Puigdemont). ¿Son amnistiables los actos terroristas?
¿Puede asumir Europa que alguien se ate al poder y desmenuce su país con tal de disponer de un Falcon en el que viajar a un concierto de rock en Castellón?