2026: Reflexiones y mudanzas

30 de diciembre de 2025
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El 2026 nos invita a reflexionar acerca de las decisiones que debemos tomar en todos los aspectos, siendo cuidadosos en los riesgos que nos atrevamos a asumir, porque el abismo está muy cerca

No es el ejercicio de año con año: ese afán de establecer propósitos que vagamente cumplimos, en un presupuesto de ilusiones que van desde bajar peso hasta ser mejores personas día con día.

Es el homenaje a la vida que, a través de la divinidad, me dio la oportunidad de estar aquí con ayuda de los doctores, los tratamientos, el amor de Issa y la compañía de mis hermanos; lo que se tradujo en una notificación formal de cuidado y respeto por mi cuerpo fugitivo.

El 2025, año trágico de aconteceres, marcado por una barbarie política que nace del mismo gobierno que luchó décadas enteras para llegar al poder y, ya arriba, se convirtió en el remedo de lo que criticaba, sólo que aumentado y revisado.

La religión que profeso fue más benévola y, en su mensaje de inicios de año, nos exhortó a ser “amplios en la resignación”, pero también a actuar como “peregrinos de paz y esperanza”, siendo hermanos unos de otros y combatiendo la injusticia y la corrupción que explotan a los pobres, todo ello centrado en la figura de Jesús como la verdadera esperanza.

Bien, de cualquier manera, el fin de año nos invita a hacer las cuentas de la balanza de vida, esa que nos mide en sonrisas y lágrimas, entre sombras y gozos, porque el ser humano no se cansa de intentar hasta lograr sus impulsos.

Kierkegaard, en su libro “Temor y Temblor”, define precisamente esa ansiedad y la duda que nos genera el futuro y sus posibles acontecimientos; no se trata de permanecer hieráticos en la espera de lo que suceda, sino de actuar aun con miedo o temor, para hacerlo de manera segura y firme.

Escribe: El hombre teme caerse, que la barandilla de seguridad o el suelo cedan, que alguien lo empuje, etc. Sin embargo, mayor que su miedo a caer es la ansiedad de ser libre de saltar si decide hacerlo; que no saltar sea una elección constante que podría abandonar en cualquier momento para saltar. Experimenta esta ansiedad, la amenaza de su propia libertad, como vértigo, un mareo abrumador.

La caída lo obsesiona, el vacío parece llamarlo hacia abajo; pero en realidad es su propia libertad la que lo atrae: el hecho mismo de que siempre puede elegir bajar por el camino rápido. El vértigo es el temor a esta posibilidad alarmante y persistente, y todas nuestras posibilidades alarmantes producen en nosotros un estado psicológico similar al vértigo.

Es decir, lo que teme una persona que contempla un precipicio no es la posible insuficiencia de la barrera física, sino la falta de una barrera psicológica que le impida saltar y precipitarse hacia la muerte. Si a primera vista parece que su miedo se debe al vacío mismo, es porque su vívida conciencia del vacío le obliga inmediatamente a confrontar sus propias posibilidades, su terrible libertad existencial. El vacío es la causa de su miedo, pero no su origen.

Nos sucede en ocasiones que nos encaminamos a esa descripción al iniciar un proyecto o simplemente al tomar una decisión.

Y si la vida es un ejercicio de andar hacia adelante, nuestra actitud, por ende, debe estar dominada por ese impulso, a pesar de las circunstancias de este mundo que se da en llamar moderno y que terminó siendo cada vez más repetitivo día tras día.

Si, por lo contrario, se trata de no dar vuelta a la página de los sucesos de este 2025, anotaremos la barbaridad del ejercicio gubernamental que no sólo afecta la vida política y social de los mexicanos, sino también los bolsillos de todos.

Pero sucede que de repente actuamos como en un hechizo que nos impide actuar, porque somos parte de una mayoría silenciosa que fue amedrentada por años por una minoría gritona y violenta que terminó por adiestrarnos.

El 2026 nos invita a reflexionar acerca de las decisiones que debemos tomar en todos los aspectos, siendo cuidadosos en los riesgos que nos atrevamos a asumir, porque el abismo está muy cerca.

Pero aún nos queda la esperanza: aun cuando sea un buen desayuno y una mala cena, nos consuela saber que hay mejores posibilidades, sobre todo cuando planeamos adecuadamente nuestra vida. El concepto lo expresó mejor Laini Taylor: La esperanza puede ser una fuerza muy poderosa. Tal vez no haya magia real en ella, pero cuando sabemos lo que deseamos y lo sostenemos como una luz en nuestro interior, podemos hacer que las cosas sucedan, casi como si fuera verdadera magia.

A mis pacientes lectores les deseo un año nuevo lleno de esperanza, de realidades y de logros, y que sean felices como doctrina y método.

Por su interés reproducimos este artículo de Orestes Gómez publicado en Vanguardia (MX)2026: Reflexiones y mudanzas


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