Newman y la universidad del siglo XXI

24 de diciembre de 2025
3 minutos de lectura
Vista frontal de la Universidad de La Habana

El legado de San Henry Newman inspira a repensar la universidad del siglo XXI como comunidad libre de razón y fe, dedicada a la búsqueda de la verdad

En su homilía del 1 de noviembre en ocasión de la proclamación de San Henry Newman como Doctor de la Iglesia, el Papa León XIV recordó que “La imponente estatura cultural y espiritual de Newman servirá de inspiración a las nuevas generaciones, con un corazón sediento de infinito, dispuestas a realizar, por medio de la investigación y del conocimiento, aquel viaje que, como decían los antiguos, nos hace pasar per aspera ad astra, es decir, a través de las dificultades, hasta las estrellas”

Siguiendo la invitación de Su Santidad a que nos dejemos inspirar por el legado de Newman, quiero compartir dos reflexiones sobre cómo el ejemplo del santo inglés puede ayudarnos a pensar sobre el rol y la misión de la Universidad en el siglo XXI, particularmente el de las universidades católicas y de orientación católica.

La primera reflexión se vincula a la libertad que la actividad de investigación requiere en una universidad. En un muy notable discurso escrito para ser pronunciado en el aula de química de la Universidad Católica de Irlanda, Newman afirmó que “Es un asunto de primordial importancia para el desarrollo de las ciencias en que la verdad se alcanza por el intelecto humano, que el investigador sea libre, independiente y que no se imponga restricciones […] Si no se tiene libertad para investigar según las exigencias y las particularidades de su ciencia, entonces, no puede investigar en absoluto.”

A pesar de la tensión entre ciencia y fe que muchos en nuestros días consideran un problema irresoluble, la defensa de la libertad para investigar que proclama Newman se articula virtuosamente con la fe en tanto y en cuanto ambas participan de la búsqueda de la verdad. En palabras del propio Newman, a teólogos y científicos los debe unir el hecho de que ambos “…crean con enorme firmeza en la soberanía de la verdad”. Newman puede defender la libertad del investigador precisamente porque confía en que la razón humana, iluminada pero no anulada por la fe, está ordenada a la verdad. Allí se juega el corazón de su proyecto universitario: la fe no constriñe a la razón, sino que la protege y le recuerda su destino último.

La noción de verdad que Newman pone en el centro nos sirve para recordar que la universidad no debe enfocarse solo en producir profesionales y, sobre todo, debe evitar ser instrumentalizada por intereses ajenos a ella. Su esencia es otra: la de ser una comunidad de docentes, alumnos e investigadores que tienen como horizonte la búsqueda libre de la verdad.

Mi segunda reflexión quiere recuperar la idea misma de formación universitaria. Newman creía que la universidad debía transformar a los individuos en personas, haciéndolos capaces de conocer en profundidad sus disciplinas y de dialogar con las disciplinas de otros, al tiempo que formaría mentes ávidas de conocimiento, con gran libertad de conciencia, capaces de participar de la vida social y de abordar la complejidad de nuevos asuntos que, indefectiblemente, surgirán con el tiempo.

Anclada en una fe cierta y vivida, la vida académica encontraría un favorable impulso para desarrollarse. En palabras de Francisco, Newman consideraba a la universidad “… como el lugar donde diferentes saberes y perspectivas se expresan en sintonía, se completan, se corrigen, se equilibran entre sí”.

Declarado beato por Benedicto XVI, canonizado por Francisco y elevado a Doctor de la Iglesia por León XIV, la figura de Newman ha logrado trascender las tensiones internas entre admiradores de un papa o de otro, constituyéndose en un faro que ilumina nuestra reflexión sobre la educación en general y sobre la universidad en particular. Fue justamente Benedicto XVI, quien, en ocasión de su beatificación, condensó el aporte concreto de Newman a la vida universitaria“…contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso”.

La imagen de la vida universitaria que nos devuelve Newman es una poderosa luz que puede iluminar los desafíos de la universidad en nuestro tiempo. Una universidad en la cual razón y fe, libertad y verdad, tradición e innovación se articulen virtuosamente en una comunidad de personas libres y responsables. Si queremos evitar la deriva burocratizadora que aplasta a la libertad académica, la mundanidad espiritual que erosiona la fe y la pereza intelectual que abdica de la búsqueda de la verdad en nombre de compromisos sociales y políticos circunstanciales, la vida universitaria del siglo XXI necesita dejarse iluminar por ese Santo del siglo XIX que fue el Cardenal Newman.

Por su interés reproducimos este artículo de Guillermo E. Jensen publicado en el Diario Las AméricasNewman y la universidad del siglo XXI

No olvides...

Para quienes estáis solos esta Navidad

"La soledad es el desierto donde Dios habla al corazón, transformando el aislamiento en un encuentro sagrado." (San Juan de…

Adolfo Suárez: el “señorito” intocable

Carmen Díez de Rivera y el precio de cuestionar el poder en la Transición y en el presente…

La sección 23 de la Audiencia de Madrid se ha descalificado al sostener que todas las esposas de presidentes nombraron expertos en protocolo…excepto Begoña Gómez, una falsedad

La sección 23 de la Audiencia de Madrid se ha descalificado al sostener que todas las esposas de presidentes nombraron…

La falta de protección al ciudadano agrava las violaciones de derechos humanos en Cuba

Sin libertad económica, con el Estado como principal empleador y el cuentapropismo perseguido, el ciudadano queda expuesto al chantaje político…