El papa León XIV ha dado un paso decisivo en los primeros compases de su pontificado al convocar en el Vaticano a todos los cardenales del mundo para una asamblea de dos días que se celebrará los próximos 7 y 8 de enero. La reunión, conocida como consistorio, tendrá lugar justo después de la clausura del Año Santo 2025, prevista para el 6 de enero, y marca un momento clave en la consolidación de su liderazgo al frente de la Iglesia católica.
Desde su elección el pasado 8 de mayo, León XIV —primer papa estadounidense de la historia— ha centrado gran parte de su agenda en los actos propios del Jubileo: audiencias con peregrinos, celebraciones litúrgicas especiales y encuentros pastorales. A ello se ha sumado la gestión de asuntos pendientes heredados del pontificado de Francisco, lo que ha dejado poco margen para impulsar iniciativas propias. Por eso, este consistorio es interpretado dentro del Vaticano como el inicio no oficial de una nueva etapa, en la que el pontífice podrá comenzar a perfilar su visión y prioridades.
La decisión de convocar a la totalidad del Colegio Cardenalicio no es menor. Supone una clara señal de que León XIV apuesta por un estilo de gobierno más colegiado y participativo, en el que el diálogo y el consejo tengan un papel central. Según informó el Vaticano, el objetivo principal del encuentro será “fomentar el discernimiento común y ofrecer apoyo y consejo al Santo Padre en el ejercicio de su alta y grave responsabilidad en el gobierno de la Iglesia universal”.
A diferencia de otros consistorios, esta reunión no tendrá como finalidad la creación de nuevos cardenales. El carácter será exclusivamente consultivo, lo que refuerza la idea de que el papa busca escuchar antes de tomar decisiones estratégicas. Se espera que durante esas jornadas se aborden desafíos globales de la Iglesia, desde la situación de las comunidades cristianas en distintas regiones hasta cuestiones internas de organización y misión según el Diario de Yucatán.
El enfoque de León XIV contrasta con el de su predecesor. Durante su pontificado, Francisco recurrió de manera limitada a los consistorios como herramienta de gobierno y prefirió apoyarse en un reducido grupo de ocho o nueve cardenales asesores, que actuaban como un consejo cercano para las decisiones más relevantes. Ahora, el nuevo papa parece inclinarse por una consulta más amplia, integrando voces de distintas culturas, continentes y sensibilidades eclesiales.
Este consistorio de enero, celebrado en un momento simbólico tras el Jubileo, puede convertirse en un punto de inflexión. Más allá de las conclusiones concretas que se extraigan, el simple hecho de reunir a todos los cardenales en Roma refuerza la imagen de un pontífice que busca unidad, escucha y corresponsabilidad en el gobierno de una Iglesia global y diversa.