La Ciudad de México vivió este sábado una de las marchas más tensas de los últimos meses. Miles de personas, sobre todo jóvenes identificados con la Generación Z, salieron a las calles para exigir un alto a la violencia que, según ellos, se ha vuelto parte cotidiana del país. La marcha avanzó por el centro de la capital con un mensaje claro: basta de silencio y de indiferencia institucional.
El detonante de este movimiento juvenil fue el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el pasado 1 de noviembre. Manzo había solicitado en repetidas ocasiones apoyo frente al crimen organizado que opera en Michoacán. Nunca llegó. Su muerte se convirtió en un símbolo del abandono estatal y en el punto de quiebre para muchos jóvenes que aseguran sentirse desprotegidos ante la escalada de violencia.
En la movilización no solo participaron estudiantes. También asistieron campesinos, trabajadores, ciudadanos de la oposición y personas sin afiliación política. Todos coincidieron en un sentimiento común: hartazgo. La marcha transcurrió por avenidas principales hasta llegar al Zócalo. Fue allí donde comenzaron los choques más fuertes entre manifestantes y policía. Hubo empujones, gritos, lanzamiento de objetos y el uso de gases lacrimógenos por parte de los cuerpos de seguridad.
De acuerdo con el secretario de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez, el saldo fue elevado: al menos 20 civiles heridos, más de 100 policías lesionados y una veintena de detenidos. Pese a la violencia registrada en el tramo final, muchos participantes insistieron en que la movilización nació como un acto pacífico para denunciar el clima de inseguridad y para exigir respuestas al Gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum.
Pocas horas después de la protesta, un vídeo comenzó a difundirse masivamente en redes sociales. En cuestión de horas se volvió viral. Su fuerza no reside en una producción elaborada, sino en lo que transmite: la voz de jóvenes que intentan explicar cómo están viviendo el país que les rodea.
En el vídeo se escuchan frases cortas, casi susurradas, pero cargadas de emoción. Algunos cuentan cómo vivieron la manifestación y los momentos de tensión con la policía. Otros afirman que su muerte fue la gota que colmó el vaso para toda una generación que siente que el Estado no la escucha.
La pieza se ha vuelto un símbolo del movimiento. Para muchos usuarios, resume la rabia y la vulnerabilidad de la juventud mexicana. Para otros, es simplemente el reflejo de un país donde la indignación ya no cabe en las calles y se desborda también en las pantallas. El vídeo no ofrece soluciones, pero transmite algo que pocos discursos logran: la urgencia de ser escuchados.