El 14 de junio de 1986 había muerto en Suiza el eterno aspirante al Nobel Jorge Luis Borges. Como los diarios y diferentes medios de comunicación sirvieron en bandeja noticias de su vida y de su obra, el Departamento Cultural de Veraluz propuso invitar al catedrático madrileño de literatura, Don Rosendo Cáceres, para que ilustrase a la ciudadanía con una conferencia.
Tras las reverenciales cortesías, don Rosendo comenzó así:
-Borges fue para mí una figura desdibujada, ancha como el río, como el cielo infinito de Buenos Aires.
-Al ser invitado y distinguido para hablar del gran poeta por las autoridades de Veraluz, quise releer algunos de sus cuentos, muchos de sus poemas que sirvieran de brindis. Yo conocía el evangelio pero a Borges no, al menos desde los labios gruesos que son las páginas de sus libros. Siempre ocurrente, irónico, divertido y profundo, les cuento la primera ocurrencia en un diálogo con Fernando Mateo hablando sobre la importancia excesiva e hilarante que se dan algunos pueblos:
-“Yo siempre digo que si no hubiera habido vascos, la historia del mundo hubiese sido exactamente igual”… Y esbozó una sonrisa con permiso de don Sabino Arana.
Pedro Villarejo