Este pasado viernes, cerca de 100 mil personas se volcaron a las calles de Uruapan, Michoacán. El motivo fue exigir justicia por el asesinato de su alcalde, Carlos Manzo, ocurrido el 1 de noviembre. La protesta fue masiva y cargada de emoción.
La mayoría de los asistentes vestía camisetas blancas. Algunas llevaban impresas la imagen de Manzo. Entre gritos y pancartas, los manifestantes coreaban: “Él no murió, el Gobierno lo mató”. Además, exigieron la renuncia del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla y de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Al frente de la marcha estaba Raquel Ceja, abuela de Carlos, de 89 años y en silla de ruedas. Personas cercanas a la familia mencionaron que ella crió a Carlos durante su infancia. Al llegar al centro de Uruapan, Raquel no pudo contener la tristeza y el asombro. “No puede ser, no lo puedo creer… yo le decía ‘no tienes necesidad’. Pero él me decía que tenía que hacerlo. ‘Mátenme a mí, no les tengo miedo’”, declaró.
La manifestación mostró unidad y dolor. Familias, comerciantes, jóvenes y adultos caminaron juntos. Todos llevaban un mensaje claro: no olvidarán a Carlos y demandan respuestas inmediatas. La Guardia Nacional acompañó el recorrido, asegurando que la marcha transcurriera sin incidentes, según informa France 24.
Grecia Quiroz, viuda de Carlos Manzo y ahora alcaldesa, se dirigió a los ciudadanos con firmeza. Contó que su reciente reunión con la presidenta Claudia Sheinbaum no fue para suplicar, sino para exigir justicia. “Fui para que volteen a ver a nuestro municipio”, dijo.
En su discurso, Quiroz explicó que la intención era clara: erradicar a los delincuentes que, según denunció, operan con impunidad en Uruapan. También habló del impacto en la economía local. “Que el comerciante pueda trabajar, que el tortillero pueda trabajar, que el sector aguacatero que nos sostiene no sea más extorsionado”, expresó.
La alcaldesa advirtió que la situación no quedará en el olvido y lanzó un mensaje al gobierno morenista: “Esto lo van a cobrar en el 2027”. Sus palabras reflejaron la mezcla de dolor y determinación de la comunidad.
El ambiente en Uruapan fue de respeto y solidaridad. Aunque la marcha fue multitudinaria, la organización permitió que se desarrollara sin disturbios. La ciudad mostró que, más allá del miedo, hay voluntad de exigir justicia y proteger el legado de quienes luchan por ella.