Luz de labio con el beso dentro

El libro reclama la sabiduría precisa y suficiente para detenerse un rato en ese equilibrio de ternuras que anticipa nuevos paraísos

La Editorial Vitrubio acaba de publicar mi último libro de poemas con este título que entiende de luces y de bocas, de intermedios cruzados en un desvelo. Besos para Dios. Besos entre nosotros en una candela suave y necesaria que dulcifique algo el desamparo de esta vida burlona y corrediza.

Jesucristo lo hizo todo bien / menos morirse de ese modo / en las antípodas del beso. Otra sangre más dulce hubiera derramado después de un beso nuevo.

El beso, para que alcance verdad, ha de ser ternura que ya no puede contenerse, río de señales sin palabras. El Cantar de los Cantares comienza exigiendo: «¡Que me bese con los besos de su boca!», y San Pablo recomienda en sus Cartas: «Salúdense con el beso de la paz»… quizá toda la Escritura sea un largo beso sostenido por la emoción de Dios que se recrea en querernos.

LUZ DE LABIO CON EL BESO DENTRO es, como todas, una historia de amor insatisfecha que se ha ido alimentando de caricias incompletas con horizonte de promesas. El libro reclama la sabiduría precisa y suficiente para detenerse un rato en ese equilibrio de ternuras que anticipa nuevos paraísos, dátiles que sólo se alcanzan subiendo a la palmera, donde el beso aguarda estremecido.

A la tarde, con la luz ya oscura,
Los ojos se han llenado de sombras.

Es la hora en que cierran sus pensamientos
Las ramas y las hojas
a ver si el viento las deja descansar,
dormir un poco.

Un instante sólo también el mar
se detiene a oír
el silencio que se sucede en la arboleda…

Ser sabios es aprender a besar
y acostumbrarse a casi todo.

Jiménez Lozano tiene escrita una bellísima parábola en la que El Cristo pide a Judas que lo ame hasta el extremo de traicionarlo, que lo ame de tal manera que, hecha la entrega, esté en condiciones de soportar para siempre el desprecio del hombre. Judas se quedó entonces con la enorme cicatriz del beso abierta: donde la historia dijo traición hasta hoy, habremos de escribir amor extremo y convenido. ¿Quién puede negarnos que aquel beso tan execrable no fuera «un arreglo», una exigencia de amor más grande que Jesús pidiera a Judas?.

Besar es hacerle un sitio a la sed en nuestros labios, cerrar los ojos y cruzar el miedo de querernos, llegar más adentro del otro y descubrir en su humedad destinos diferentes. Para ser feliz, se espera el beso.

Las mujeres hablaban entre ellas
del sol y de los hombres
que venían del campo al atardecer
dispuestos a cobrar la onza dorada
de sus carnes vencidas.

Nadie entonces me dijo
que fue feliz del todo.

Los domingos, sin embargo, iban
a la plaza del pueblo con los niños
a echarle de comer a las palomas.

En mi otra juventud, los besos se daban a escondidas, detrás de la puerta de las casas o aprovechando un hueco intransitable. Se nos decía que era pecado el almíbar y todo lo dulce que mojara los labios. “Los besos que no te di / te deben estar doliendo / como me duelen a mí”… Pero, ¿a quién se le pide cuentas ahora de aquella libertad encarcelada?, ¿en qué barca navegarán a solas los besos deseados?

Pedro Villarejo

(LUZ DE LABIO CON EL BESO DENTRO está disponible en la Editorial Vitrubio o en Casa del Libro, preferentemente)