En el sur de la Franja de Gaza han surgido grupos armados palestinos conocidos como Fuerzas Populares o Fuerzas de Ataque Antiterrorista, presentados como contrapeso a Hamás y apoyados por Israel. El propio Benjamin Netanyahu admitió en junio que les suministra armas y lo justificó de manera pragmática: “Por consejo de nuestros asesores de seguridad, activamos grupos opuestos a Hamás en Gaza. ¿Qué hay de malo en ello? Es positivo y salva la vida de soldados israelíes”.
Estas milicias controlan zonas de Rafah y Khan Younis, donde se concentran desplazados del norte de Gaza. Para Israel, su función es crear divisiones internas en la sociedad palestina. Según Haizam Amirah-Fernández, del CEARC, este no es un método nuevo: “Siempre ha buscado favorecer a aquellos grupos palestinos que pueden fracturar a quienes están en el poder. Hamás surgió en los años 80 con el apoyo del Likud de Isaac Shamir para contrarrestar a la OLP”. Sin embargo, advierte que repetir esta estrategia es arriesgado, recordando fracasos como Afganistán.
Otros analistas, como Isaías Barreñada (UCM), creen que el apoyo a estos grupos refleja la desesperación de Israel por derrotar a Hamás y rescatar a los rehenes. “Israel está desesperado por dividir a los palestinos. Le sorprende que, pese a la destrucción de Gaza, no haya logrado localizar a los rehenes. Por eso está utilizando todos los medios a su alcance para provocar fisuras”, señala.
El origen de estas milicias es polémico. Algunos de sus integrantes han estado vinculados al islamismo radical e incluso a células próximas al autoproclamado Estado Islámico. Amirah-Fernández subraya la contradicción: “No deja de ser llamativo que ahora cuenten con el amparo y el apoyo activo de Israel, incluido el suministro de armas”.
Barreñada añade que estos grupos funcionan más como clanes mafiosos que como verdaderas fuerzas políticas: “Son clanes o linajes tribales, llamados hamulas en árabe, que se han dedicado al contrabando u otras actividades ilegales. Tienen sus propios servicios de seguridad y una estructura muy parecida a la mafia”. En este contexto, Israel estaría tratando de legitimar a facciones con un historial de actividades ilícitas.
Finalmente, los expertos coinciden en que Israel está llevando a cabo una campaña de imagen para presentar a estas milicias como reformistas o libertadoras. Sin embargo, Amirah-Fernández cuestiona esa narrativa: “Que Israel diga quién va a liberar a los gazatíes, mientras está destruyendo todas sus infraestructuras y viviendas, no deja de ser una broma de mal gusto”. El caso refleja la complejidad del conflicto y la persistencia de tácticas que, lejos de resolverlo, podrían prolongar la inestabilidad.