EDMUNDO J. DELGADO
Antropólogos, filósofos y otros especialistas no acuerdan que es un mito, a veces es difícil deslindar de la leyenda, entre otras consideraciones. Cristina Krause apuntaba que los mitos pueden referirse a un hecho histórico y a veces no le interesa la verosimilitud de ellos, “pues los mitos transmiten significados”.
Por su parte el eximio filósofo e historiador Enrique Dussel apunta que: “El mito no es un cuentito para niños, sino que es una propuesta narrativa racional para explicar muchos momentos de la vida (…) Es una narrativa racional en base a símbolos”. Si vamos al mito de Carlos Gardel, del cual se cumplen 90 años de su trágico final, su figura artística con connotaciones universales posee suficientes atributos que le han permitido ingresar al universo mitológico. Su estampa tiene connotaciones míticas. Especialistas que se han ocupado de estudiar al fenómeno gardeliano consideran varios aspectos.
Explican que ya en vida, el “Morocho del Abasto”, comenzó a imbuirse o cosechar condimentos míticos, es decir una suerte de rasgos correspondientes a una dimensión especial o superior, en relación con sus coetáneos. Uno de estos ingredientes fue su propio perfil como cantor; esto es su inigualable voz, su sonrisa, simpatía y su varonil estampa, que lo convirtieron en vida en una especie de héroe o figura superior, algo así como un enviado del cielo. Esto no perderá vigencia, como dice la popular frase: “cada día canta mejor…”.
A su vez, todo su perdurable arte se fue reproduciendo o multiplicando en vida de él, a través de los discos que grabó y películas que filmó. De esta manera el fenómeno Carlos Gardel comenzó a expandirse por todo el mundo, especialmente en el hispanoamericano. Asimismo, hay que agregar otros elementos que contribuyeron a la construcción del mito. Esto es el tema de su nacimiento.
Durante el estrellato de Gardel y a posteriori, surgieron variadas versiones sobre su nacionalidad, algunas decían que era uruguayo, otras argentino o francés. Este misterio sobre su procedencia también tiene que ver con el nacimiento del mito. Otras motivaciones fueron su edad, su estrato social, si dejó o no descendencia, etc. Estas consideraciones envolvieron su estampa, con un aura amada profundamente por el pueblo todo. Recordemos que además de lo porteño o “arrabalero”, Gardel abordó lo criollo, cantando bellas tonadas.
Esto hermanó o acercó lo bonaerense con el interior o pulpero. Por último, el destino trágico dio su cincelada final en el diseño mítico. Su infausto final, ocurrido en la flor de su edad, tiene un hondo sentido sacralizante. De esto se desprende que su figura haya generado una devoción popular, que año tras año, sea en la fecha de su nacimiento o de su muerte, se evidencia en su tumba en el cementerio de la Chacarita. Aquí, sus incondicionales y público en general, a través de una serie de rituales, como colocar un cigarrillo encendido en la mano de su estatua, renuevan y alimentan sistemáticamente el mito de Carlos Gardel.
*Por su interés reproducimos este artículo de Edmundo J. Delgado publicado en Diario de Cuyo.