El conocido activista y presentador Frank Cuesta, popularmente conocido como Frank de la Jungla, ha generado una gran controversia tras publicar un vídeo en su canal de YouTube en el que confesaba que su vida pública había sido una farsa, detalla El Diario de Yucatán.
En el vídeo, Cuesta afirmaba no haber padecido cáncer, no ser veterinario ni herpetólogo, y que su santuario de animales en Tailandia era en realidad una granja con animales comprados. Estas declaraciones provocaron una oleada de críticas y desconcierto entre sus seguidores y la opinión pública.
Sin embargo, horas después, Cuesta publicó un nuevo vídeo en el que desmentía sus propias afirmaciones, asegurando que había sido víctima de una extorsión. Según explicó, fue obligado a leer un guion bajo amenazas de filtración de información personal y familiar. Para respaldar su versión, compartió capturas de pantalla del supuesto guion que le habrían enviado.
Esta situación ha generado un intenso debate en redes sociales, con opiniones divididas entre quienes creen en la versión de Cuesta y quienes cuestionan su credibilidad. Algunos excolaboradores, como Jorge Luque, han expresado su escepticismo, describiendo a Cuesta como alguien «fantasioso» y cuestionando la veracidad de sus historias pasadas.
La polémica también ha reavivado el interés en la enfermedad que padece Cuesta. Desde hace años, el presentador lucha contra una leucemia mielógena crónica, una forma agresiva de cáncer en la sangre que requiere tratamientos periódicos. En enero de 2025, Cuesta anunció que retomaba su tratamiento, explicando que cada año debe someterse a terapias intensivas para controlar la enfermedad.
En medio de esta controversia, Cuesta ha declarado que esta será su última intervención sobre el tema y ha denunciado amenazas hacia personas vinculadas a su santuario. La situación ha dejado a muchos de sus seguidores descolocados, cuestionando la autenticidad de su figura pública y su labor como defensor de los animales.
El caso de Frank Cuesta pone de manifiesto los desafíos de las figuras públicas en la era digital, donde la exposición mediática puede convertirse en un arma de doble filo. La verdad detrás de esta polémica aún está por esclarecerse, pero lo cierto es que ha dejado una huella profunda en la percepción pública del activista.