El Papa León XIV, anteriormente conocido como Robert Prevost, ha compartido en diversas ocasiones su amor por el tenis, la lectura, los paseos al aire libre y el tiempo compartido con amigos. «Me gusta mucho leer, dar largos paseos, viajar, conocer sitios nuevos y disfrutar del campo en un entorno diferente», confesaba en una entrevista cuando aún era obispo. Aunque no ha podido jugar tenis con frecuencia desde que dejó Perú, reconocía: «Me considero un tenista aficionado… tengo muchas ganas de volver a la pista».
Además del deporte, destacaba el valor de la amistad y la comunidad, especialmente desde su vocación agustiniana. «Como agustino, tener una comunidad rica, que se construya sobre esa capacidad de compartir lo que nos acontece… ha sido uno de los grandes regalos que me han sido dados en esta vida», afirmaba, subrayando que las amistades auténticas son algo «hermoso» en la vida.
En enero de 2023, fue nombrado Prefecto del Dicasterio para los Obispos por el Papa Francisco, una designación que recibió como «toda una sorpresa». En sus palabras: «Esto se debe a mi voto de obediencia. Siempre he hecho lo que se me ha pedido, ya sea en la Orden o en la Iglesia». Su tarea principal era identificar y acompañar a futuros obispos en su camino de servicio.
Respecto a las cualidades que debe tener un buen obispo, señalaba que debe poseer múltiples capacidades, pero sobre todo «proclamar a Jesucristo y vivir la fe», de manera que inspire a los fieles a formar parte activa de la Iglesia. «Ayudar a la gente a conocer a Cristo a través de ese don que es la fe», era su principal objetivo pastoral.
León XIV reconocía los múltiples retos que enfrenta la Iglesia para anunciar el Evangelio en un mundo diverso. «Las urgencias de Italia, España, Estados Unidos, Perú o China… es más que probable que no sean las mismas salvo en una cosa: el reto subyacente que Cristo dejó a los católicos de predicar el Evangelio». Por eso insistía en la riqueza de la diversidad del Pueblo de Dios y en adaptar la misión a cada realidad concreta.
En cuanto a la evangelización, advertía de que no se trata simplemente de buscar vocaciones. «Nuestra prioridad tiene que ser vivir la buena noticia, vivir el Evangelio», afirmaba. Aunque reconocía que «hay menos vocaciones que en el pasado», creía que «si aprendemos a vivir mejor nuestra fe… seguirá habiendo algunas vocaciones». Además, defendía el papel esencial de los laicos en la Iglesia, así como el valor del testimonio de la vida religiosa y sacerdotal.
Finalmente, alertaba sobre los riesgos de la polarización social y religiosa, recordando que «la unidad no es uniformidad» y que la diversidad debe vivirse con orden y criterio. A los seminaristas les animaba con un mensaje claro: «El Señor llama y su llamada es verdadera. No tengáis miedo de decir sí». Y concluía con una enseñanza que aún conserva desde su formación como novicio: «Perseverad… La perseverancia es un gran don que el Señor está dispuesto a ofrecernos».