Algo está cambiando —y no es nuevo— en la demografía española. Cada mes, los datos parecen confirmar lo que ya se percibe en calles, parques y colegios: cada vez nacen menos niños. En febrero de 2025, España registró solo 24.136 nacimientos, una caída del 2,83% con respecto al mismo mes del año anterior (25.557) y un desplome de más del 23% en comparación con hace una década, según los datos publicados este miércoles por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Lejos queda ya ese febrero de 2015 en el que más de 31.000 bebés vinieron al mundo. En apenas diez años, el país ha perdido más de 7.000 nacimientos en ese mismo mes. Y la tendencia no parece tener freno.
La serie histórica muestra cómo, en los últimos años, los nacimientos en febrero se han mantenido entre los 24.000 y los 27.000. En 2024 fueron 25.557; en 2023, 24.435; en 2022, 24.946; en 2021, 24.413; y en 2020, 26.946. Pero febrero de 2025 ha sido uno de los peores registros, consolidando una curva descendente que refleja los profundos cambios sociales, económicos y personales que están moldeando el futuro demográfico de España.
El acumulado de enero y febrero de este año refuerza esa misma idea. En total, 51.306 niños y niñas nacieron en los dos primeros meses de 2025. No se alcanzaba una cifra tan baja desde 2016, cuando se registraron 66.583 nacimientos en el mismo periodo. Una diferencia de más de 15.000 bebés menos en menos de una década.
Si se analiza por edades, el descenso afecta a todos los tramos de edad materna, salvo en los extremos. El grupo de madres entre 45 y 49 años pasó de 266 nacimientos en febrero de 2024 a 267 en el mismo mes de 2025, mientras que en el de 50 o más años se pasó de 26 a 27 nacimientos. Aunque anecdóticos, estos ligeros aumentos muestran que, mientras la natalidad se retrae en edades tradicionalmente fértiles, algunos partos se retrasan cada vez más.
España sigue sumida en una crisis de natalidad que plantea grandes retos para el futuro: desde el relevo generacional hasta el sostenimiento del sistema de bienestar. El descenso de nacimientos no es solo una cifra estadística: es una señal clara de que las prioridades y circunstancias de vida están cambiando.