Obesidad: la peste negra moderna

20 de abril de 2025
3 minutos de lectura
Obesidad. | EP
MARCOS DURÁN FLORES

La obesidad aumenta el riesgo de padecer diabetes, enfermedades del corazón, muerte temprana, pero también de discriminación

La discusión televisada entre el Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, y el de Estados Unidos, Donald Trump, aumentó de manera dramática la búsqueda en Google de la frase “Tercera Guerra Mundial”. Entiendo que a mucha gente –me incluyo– le preocupa una posible conflagración global, pero hay una nueva guerra más brutal y poderosa que ya inició y que va perdiendo el planeta.

Es la peste negra moderna, una epidemia de tal magnitud que ni la locuaz imaginación de Nostradamus citó. Una nueva especie de bomba nuclear que arrasa con una fuerza aún más poderosa y destructiva, una guerra contra un enemigo que no es un líder locuaz o incontrolable, es uno más peligroso y mortal: la obesidad y el sobrepeso.

Esta conflagración cobró el año pasado, en todo el mundo, la vida de 14 millones de personas que murieron directa o indirectamente por esta causa. En México fueron cerca de 180 mil, y este año morirán aún más. El enemigo avanza y el problema sólo engorda.

La ONU informa que en las últimas tres décadas, la tasa de obesidad se ha cuadruplicado entre los niños y duplicado entre los adultos, mientras que el 43 por ciento de los adultos tenía sobrepeso en 2022. Al menos una de cada ocho personas en la Tierra vive con obesidad, según la Organización Mundial de la Salud, citando un estudio médico mundial recientemente publicado.

Eso supone que más de mil millones de personas viven con esta enfermedad, así que imagine lo que sucederá en las siguientes tres décadas.

Pero cuando hablamos de sobrepeso –unos cuantos kilos antes de la obesidad–, esto se eleva a casi el 70% de los mexicanos. En este México bipolar, donde mucha gente sufre de desnutrición y hambre, la obesidad, como dice el cliché, no respeta raza, edad ni posición social, pero se presenta de manera dramática en los estratos económicos de más bajo ingreso, donde las familias de escasos recursos sustituyen alimentos como frutas y verduras por otros con más calorías.

Las consecuencias sociales y económicas son bárbaras. Los mexicanos con enfermedades como diabetes, cardiovasculares y cáncer llenan los hospitales. A esos, súmele los que no saben, no aceptan o no les importa sufrir de obesidad o sobrepeso, porque, entonces, el caos sería total.

Todo esto sucede a pesar de que los Gobiernos invierten miles de millones de dólares en combatirla con resultados poco satisfactorios, pues la obesidad aumenta y, en consecuencia, volveremos a invertir más dinero con los mismos resultados.

Hasta ahora, ningún país ni una sola política pública han conseguido reducir las tasas de obesidad; algunas naciones la han logrado detener, pero nadie la ha conseguido reducir. En México, por el contrario, seguimos engordando, como también lo hacen los bolsillos de los dueños de compañías de alimentos y bebidas chatarras, así como de las empresas farmacéuticas que ofrecen medicamentos para bajar de peso, sin éxito para quienes los utilizan.

De acuerdo con los especialistas, a largo plazo, lo más recomendable es seguir gravando con grandes impuestos a las bebidas altas en azúcar y la comida chatarra. Por supuesto, también el ser consecuente entre el decir y el hacer, dar el ejemplo para seguir impulsando campañas de prevención e incrementar la actividad física.

Pero hasta el momento, ninguna política pública ha funcionado, pues los mexicanos seguimos engordando, como también lo hacen los bolsillos de los dueños de compañías de alimentos “bajos en calorías” y los de las empresas farmacéuticas que ofrecen medicamentos para bajar de peso.

Estamos ante un ejemplo de que los dogmas, los mitos y los prejuicios han superado la evidencia real en nuestra visión del peso y la salud. Decirle a la gente que necesita perder peso es muy parecido a decirle a alguien que tiene una gripa que deje de estornudar tanto; pues eso no hará que el resfriado desaparezca: mientras tanto, la gordofobia, la exclusión y los prejuicios aumentan tanto como el peso de las personas.

Es muy complicado, pues la ciencia ha dicho que la obesidad es la mayor amenaza para la salud pública, y tiene razón, pero la obesidad daña tanto a quienes la padecen como lo hacen los estigmas existentes sobre sus cuerpos. Pero quiero ser claro, sé que la obesidad aumenta el riesgo de padecer diabetes, enfermedades del corazón, muerte temprana, pero también de discriminación y bullying.

*Por su interés, reproducimos este artículo de Marcos Durán Flores, publicado en Vanguardia.

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