Hoy: 22 de noviembre de 2024
JOSÉ MARÍA COTARELO ASTURIAS
Se ha presentado recientemente la novela ‘Los descosidos de Dios‘, el último trabajo del periodista accitano Juan Jesús Hernández en el Cuarto Real de Santo Domingo, antiguo palacio almohade ubicado en la antigua Huerta Grande de Aimanxarra. La sala se quedó pequeña para el numeroso público asistente en la que se encontraban personalidades de la cultura y la prensa granadina. En la mesa, tres altas plumas del periodismo, Esteban de las Heras, José Antonio Hernández y el propio autor, y el poeta José María Cotarelo, que actuó a modo de presentador y moderador.
Comienza la novela (Ediciones Brisa del Sur) con una cita de La Fontaine, que viene que ni al pelo: “Una persona a menudo se encuentra con su destino en el camino que tomó para evitarlo”. Y ya la dedicatoria nos da también una orientación de que va a ir la trama de la novela: “A María, Antonia y José, víctimas inocentes de un crimen que marcó sus vidas. Y a Juan, víctima de la soberbia y la crueldad”. Luego, con el hilo de la sapiencia que dan los años, el amigo Juan Jesús, va remendando, zurciendo puntada a puntada, palabra a palabra, el largo lienzo de “Los descosidos de Dios”, dando voz y justicia a los desgarrados de la vida y en este caso, a los de una comarca próxima a Guadix.
La pluma de Juan Jesús ya la hemos podido apreciar en sus finísimos artículos periodísticos y en su libro memorable ‘De frente’, en el que da vida a interesantes personajes de Granada y del que algunos aún estamos esperando la segunda parte.
Esteban de las Heras nació en San Martín de Rubiales (Burgos) pueblo del que es hijo predilecto. Vino a Granada en 1970 para hacer prácticas de periodismo en el periódico IDEAL y desde entonces siempre ha estado ligado profesionalmente a ese periódico. Es licenciado en Periodismo y en Filosofía y Letras (Sección de Historia y Geografía) por la Universidad Complutense. En su intervención hizo un análisis de la obra, diciendo: “El dron avanza, a cámara lenta, en los primeros capítulos para que vayamos tomando nota de cómo era la vida de ese pueblo del altiplano, esa paramera donde sólo hay invierno y verano. En los primeros capítulos, el dron va tomando imágenes de grajos, almiares, mulos, esparto, serones, encinas, chaparros, polvo y barro, casas de adobes, muretes y balates, en un terreno pedregoso, árido, avariento, donde se mueve la gente que labra una tierra avara, que se desloma retirando riscos con una espuerta colgada del cuello. Un paisaje de páramo de piedras y esparto…”
Y añade: “Una vega escasa, unos inviernos interminables y unos soles inclementes y cegadores. Es un pueblo donde los niños juegan en la plaza pateando un balón que está formado por un puñado de trapos cosidos, los mayores se reúnen en la taberna al caer la tarde y las mujeres esperan en casa el regreso de sus hombres… Guadix, la ciudad a la que acuden los labradores para hacer sus compras en la tienda de ultramarinos donde se puede comprar al fiado. Allí, en Guadix, se origina la primera bronca “en la taberna de Manuel” entre Juan y el capataz de la ‘señorica’, echándole en cara que “se esconde bajo las faldas de ella, porque sin ella no eres nadie”. Un tiempo después, el Arco de san Torcuato de la ciudad de Guadix será el escenario de un crimen, que es el suceso que centra la novela. Después vendrá el arresto del criminal que se mantuvo en libertad por favores y privilegios hasta que la guerra civil borró su rastro.
Tomó a continuación la palabra José Antonio Hernández, que tiene a sus espaldas 35 años de experiencia periodística, 32 de ellos en el diario El País y actualmente como director general del diario digital Fuentes Informadas. Es autor de buena parte de las grandes exclusivas que El País ha publicado en los últimos 20 años. Es el periodista que destapó las entrañas del caso Gürtel, la Operación Puerto, sobre el dopaje en el ciclismo, los casos Conde, Púnica y Morodo, cubrió las tensiones secesionistas del procés entre otras muchas primicias informativas…
En su intervención señaló que “adentrarse en la novela ‘Los descosidos de Dios’, es un sobrecogedor viaje al pasado de la II República y la preguerra civil española y colarse por una rendija en la España más rural y negra de los años treinta. A lo largo de 19 capítulos, Juan Jesús Hernández desgrana una historia real sobre lo que aconteció a un labrador con tres hijos pequeños que una mañana de agosto fue a ver a su patrón para implorarle que le aplazara el pago de la renta de las tierras de las que comía su familia, esposa y tres hijos”.
La novela, dijo, “describe con brillantez a los personajes de la época en una zona, el norte de la provincia de Granada, donde los perros se comían los trozos de pan al vuelo y la sociedad se dividía, puntualiza el autor, ‘entre los que mandaban y los que obedecían’”.
Hernández recalcó que esta crónica, 90 años después de los hechos, destapa la triste leyenda de un humilde labrador de El Valle de las Encinas que, tras ser tiroteado, fue trasladado agonizante a Granada y, tras morir en el hospital, lo enterraron en una fosa común. “Es también un alegato contra la injusticia y la impunidad”, añadió.
El periodista lamentó que “nunca en la familia se supo qué había sucedido con mi abuelo”. “Nunca nadie quiso aclararnos lo que sucedió”, y manifestó que en el libro “hay grajos malos fácilmente reconocibles. La reencarnación humana de alguno de esos grajos, es el asesino”.
Más tarde intervino el autor de la novela, Juan Jesús Hernández. Ha desarrollado su actividad profesional en diferentes medios, tanto en prensa escrita como radio hasta su reciente jubilación como Adjunto al Director en el Diario IDEAL. En su intervención, entre la emoción y la satisfacción del deber cumplido, y después de dar las gracias manifestó: “Hoy es un día muy feliz para mí. Quizá porque se va a hacer justicia en la memoria por el asesinato de un labrador, de un hombre bueno a manos de un villano. Ese labrador era mi abuelo. También hacer justicia a la memoria de mi padre y sus hermanas que sufrieron esa infamia. Este proyecto se amasó durante años y, aunque tuve la idea de dejarlo en varias ocasiones, al final, me convencí de que tenía que hacerlo por dos razones: una, dignificar la memoria de este hombre que sólo cometió un pecado en su vida, que fue el de nacer y vivir pobre. La otra razón, la obligación de sacarlo del olvido”.
El autor reconoció que esta historia está llena de dudas, de misterio, de preguntas sin respuestas. Había que dignificar la memoria de un labrador que no había hecho nada y dejó viuda y tres hijos pequeños, desamparados. “Esta novela no nace del resentimiento, ni de la venganza. No es un libro para ajustar cuentas”, sostuvo el escritor.
Juan Jesús Hernández añadió que el título de ‘Los descosidos de Dios’ nace al reparar que todos los personajes están marcados por la injusticia y un destino amargo porque las circunstancias sociales y políticas no reparte la misma suerte y oportunidades. “Muchos de ellos viven y mueren en circunstancias más difíciles que otros. Son como rotos en una sociedad donde ocurren cosas que causan sufrimiento y dolor”, dijo.
El autor destacó que en la novela se recrean personajes en la ficción que pueden generar empatía o desprecio en el lector, desde los que se mueven en el entorno de Juan, la fuerza de personajes femeninos como Laura –“el perfil perfecto de lo que puede ser un ‘descosido de Dios’, y los villanos, lacayos amparados por sus señores que ejercen su poder con tiranía y maldad”.
Para acabar el autor afirmó que ha escrito esta novela como una crónica periodística que tiene mucho de retrato social y humano con el deseo de que resulte amena y entretenida, muy visual, fácil de leer. “Creo que realmente en esta historia hay mucho de relato periodístico y que he querido que sea así. He tratado de que los personajes fuesen creíbles, aunque muchos no son reales”.
Dos accitanos de pro como son Juan Jesús y José Antonio Hernández, en justicia, deberían tener el reconocimiento de su pueblo de nacimiento.
Guadix, ciudad de cine, debería poder ver algún día en sus pantallas “los descosidos de Dios”, pues los descosidos de Dios, también son santos inocentes.