Hoy: 25 de noviembre de 2024
Hace ya algunos años, cayó en mis manos un libro mientras cumplía condena en la cárcel de Estremera. Su título original era “Nineteen Eighty-Four”, que traducido al castellano viene a ser “1984”.
El autor lo firmó con un seudónimo: George Orwell. Su nombre era Eric Arthur Blair. Nacido en el año 1903, en la India, ingresó en la Policía Imperial Birmana hasta 1928. Indigente en París y vagabundo en Inglaterra escribió varios libros. Combatió en la guerra civil española, en las milicias del POUM y escribió “homenaje a Cataluña”.
En 1945 publicó “Rebelión en la granja”, libro de cabecera. Y en 1949 apareció su novela más famosa “1984”. Murió en Londres al año siguiente.
Este libro está catalogado como una “distopía”, esto es una mezcla de ciencia ficción y algo imposible de que suceda por mucho que nos pongamos a intentar meter con calzador lo que nos cuenta el autor con lo que vivimos en el momento actual. Eso era así en el año 1949. En el año 2024, por desgracia, este libro ha dejado de ser una distopía y ha pasado ha ser el libro de cabecera de nuestros políticos más insignes.
Y desgraciadamente la realidad ha superado a la ficción una vez más. A lo largo de varios artículos iremos desgranando las ideas que el autor plasma en este maravilloso y sobrecogedor libro.
Hablaremos del “Gran Hermano”. ¡No! No el de la tele. El otro. El que nos controla a diario. Diseccionaremos palabras como “telepantalla”, eso que hoy en día tenemos en cada pared a la que dirigimos la vista.
Veremos como se crea, se da forma y se vence al “Enemigo del pueblo” utilizando el “neolenguaje”. Estudiaremos lo que es un “crimental” y como lo persigue “la policía del pensamiento”, inscritos todos ellos en el “Ministerio de la Verdad”.
El autor de este maravilloso libro nos habla también de la necesidad, por parte del “Gran Hermano”, de modificar la historia, de manipularla, porque como bien dice: “Quien controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.”
También nos ilumina el autor con términos muy actuales como “caracrimen”: llevar en el rostro una expresión impropia (por ejemplo, parecer incrédulo cuando se anunciaba una victoria) constituía un acto punible.
Para haber sido un mendigo y un vagabundo, o precisamente por ello, el autor deja caer como se domina a los “proles”, la clase baja, los trabajadores, la mayoría de los ciudadanos de ese mundo imaginado por él en el año 1949 y que hoy en día cobra cuerpo y se hace realidad: “El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el futbol, la cerveza y sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a raya.”
En definitiva, nada nuevo, hoy en día, salvo que de nuevo tengo que recordar que este libro se publicó en el año 1949, hace 75 años, cuando la televisión era una novedad, cuando los teléfonos eran de baquelita y pesaban un quintal y eran fijos, y nos encontrábamos lamiéndonos las heridas de la Segunda Guerra Mundial.
Por último y para rematar esta presentación voy a trascribir una perlita de este libro: “El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura.”