Hoy: 24 de febrero de 2025
JUAN CARLOS GARCÍA DE LOS REYES
(Arquitecto. Autor del blog La ciudad comprometida)
Hace unos días disfruté de un singular acercamiento al extraordinario patrimonio histórico y natural de un rincón de Andalucía por el que pasan cada año millones de viajeros, aunque casi siempre con prisa, ya sea porque su destino es llegar a los confines de esta bendita tierra, o ya sea al despedirse de ella camino de Castilla–La Mancha.
Quizás ya lo habrás adivinado. Me estoy refiriendo a la fracción más oriental de la inmensa Sierra Morena, un enorme macizo montañoso que divide de punta a punta la Península Ibérica, y por donde discurre precisamente la autovía A-4, una de las vías de comunicación españolas más transitadas, a través del famoso desfiladero de Despeñaperros, al que imaginación de los lugareños le puso un nombre tan descriptivo como pocos.
Se trata de un rincón agreste de la geografía española al que la geología convirtió a la vez en frontera y en puerta. Un lugar en el que la historia quiso que discurrieran algunos de los episodios bélicos más trascendentales del medievo español y europeo. Recordarás, por ejemplo, que, allá por 1212, por estos parajes discurrió la histórica batalla de las Navas de Tolosa que decantó la balanza a favor de los reinos cristianos capitaneados por Alfonso VIII, suponiendo a la postre el principio del fin de la ocupación hispano-musulmana.
Por eso durante unos días mis ojos, abiertos de par en par, y mi cara de sorpresa, no han podido disimular la emoción que sentí durante mi visita, entre lo profesional y lo lúdico, a los municipios en los que hoy voy a centrarme: La Carolina, Baños de la Encina y Santa Elena, todos ellos de la provincia de Jaén (Andalucía, España).
Permíteme que, antes de centrarme en la temática principal de este post, te deje algunas pinceladas de las maravillas que durante mi periplo disfruté y de las sorpresas que por allí encontré:
⁃En su condición de frontera natural alberga algunos castillos y fortalezas memorables, unos oteando y controlando los accesos (como el ajado Castillo de Castro Ferral) y otros presidiendo bellísimos pueblos como ocurre en el conjunto histórico de Baños de la Encina.
⁃A finales del siglo XVIII, bajo el reinado del preclaro Carlos III se desarrolló toda una política de nuevas poblaciones (Santa Elena, Guarromán, Navas de Tolosa…), todas ellas diseñadas ex novo, de las que La Carolina es su exponente más conocido y monumental (precisamente acaba de inaugurarse una exposición en la Universidad de Jaén sobre la magna figura y obra de Pablo de Olavide, precursor de estas nuevas poblaciones cuyo enlace te comparto):
⁃También ha sido desde hace más de dos mil años tierra de mineros. Lo supieron bien los romanos, y alcanzó su esplendor con la llegada de la mano de los inversores británicos que extendieron minas, poblados e ingenios por toda la comarca. Yo siento una especial predilección por el poblado minero y el valioso paisaje industrial de El Centenillo que pude recorrer y conocer de la mano de Alejandro, alma mater de la asociación de amigos de este sugestivo lugar.
⁃Y qué podría decirte de sus montañas, de sus senderos, de sus aves rapaces, de sus manantiales o de los aromas con los que te impregnan encinas, lentiscos, pinares, alcornoques, romeros, jaras… conformando una sucesión de singulares parques naturales.
Pero, como te anunciaba, hoy quiero hablarte de otro tema. En realidad, hablarte de otra faceta de lo que atesora Andalucía y de manera particular este rincón serrano. Me estoy refiriendo al arte rupestre, porque además de ser una expresión artística, también “es un lenguaje, el más antiguo conservado”. Pero no solo es valiosísimo por su antigüedad y cualidades estéticas, porque “también nos informa sobre la Historia y la cultura de las comunidades que lo crearon.” Comprenderás por tanto que constituye un valor excepcional universal y por tanto algo único que nos debiera llenar de orgullo.
Como te decía, en las sierras de Jaén se conservan varios conjuntos de pinturas del denominado “arte rupestre esquemático” aunque hoy voy a centrarme específicamente en el yacimiento de las Vacas de Retamoso en el Parque Natural de Despeñaperros (Jaén) ya que hace no demasiado tiempo (en diciembre de 2021) fueron objeto de un deplorable acto vandálico, lo que generó un amplio rechazo social.
¿Qué por qué rescato este hecho? Pues porque mi periplo por este sorprendente rincón andaluz lo rematé visitando este yacimiento de la mano de dos de las personas más cualificadas: Pedro Ramos, director del Museo de La Carolina, y Noelia Martínez, responsable de los bienes culturales de la Provincia de Jaén. Pude integrarme en un grupo de visitantes que fuimos recorriendo un sendero que nos adentró por unos parajes bellísimos y que, bajo la batuta y con las explicaciones de estos dos apasionados defensores del patrimonio, pudo trasportarnos al modo de vida que se dio en este lugar hace ya al menos 8.000 años.
Mientras que Pedro nos embaucó con sus enseñanzas y sus conocimientos, Noelia nos fue narrando la desgarradora tropelía que sufrió una de las pinturas más valiosas cuando fueron rociadas con espray, y cómo la Junta de Andalucía, en una acción pública ejemplar y llena de compromiso, reaccionó con prontitud. Nos contó Noelia con mucho orgullo que, tras la voz de alarma que difundieron las redes sociales, inmediatamente se personó el equipo de asesores de la Delegación Territorial de Cultura con su delegado a la cabeza, y sin perder un segundo se pusieron manos a la obra.
Así lo reflejó la prensa por aquel entonces:
“La Consejería de Cultura restaura con éxito las pinturas rupestres vandalizadas en Jaén: Desde que la Consejería tuvo constancia del ataque perpetrado a las manifestaciones artísticas con un acto de pintura vandálica, encargó a un equipo de expertos un análisis del producto usado, de color rosáceo, así como el estudio de las posibles soluciones para proceder a su eliminación de forma segura lo más pronto posible…
Han finalizado los trabajos con éxito, gracias a la confección de un producto específico en gel que se ha aplicado mediante imprimación de isopos de algodón en varias fases de limpieza. Con esta técnica, la pintura vandálica va quedando adherida al algodón, lo que permite que sea removible sin afectar a las manifestaciones artísticas situadas debajo.”
Milagrosamente, estas pinturas rupestres conocidas popularmente como ‘las sacerdotisas’ recuperaron su estado natural: “Se trata de dos figuras antropomorfas bitriangulares con tocado, dispuestas junto a un ciervo en actitud de berrea. Sus pigmentos son rojizos, con el hierro como uno de sus principales componentes.”
A mí me parece que se trata de un excepcional conjunto pictórico, bellísimo y lleno de simbolismo, aunque no es mayor que varios palmos… Es probable que nunca sepamos con certeza que quisieron reflejar con esos trazos aquellos hombres y mujeres que nos antecedieron hace miles de años, pero lo que es seguro es que sintieron la necesidad de dejar constancia en la piedra sus creencias y sus sueños. Por eso me llena de orgullo y también de esperanza que, al menos por esta vez, la sensibilidad y el compromiso le hayan ganado la partida a la barbarie y a la incultura, dando continuidad, ojalá por otros miles de años, a esta maravillosa expresión artística y existencial del ser humano.
Así que estemos ojo avizor porque 8.000 años después, lamentablemente, también somos capaces de lo peor.