2023

30 de enero de 2023
8 minutos de lectura
elecciones

Las bonitas promesas de nuestros políticos no se cumplirá casi ninguna, y seguiremos pensando que para las siguientes elecciones, las que sean, volverán a mentirnos. Y la vida sigue

Voy sentado tranquilamente en el asiento trasero de un coche que ha venido a recogerme a la puerta de mi casa. Le pregunto al chófer que si éste es uno de esos famosos coches eléctricos que tanto se habla de ellos y de su fabricante, o mejor dicho del dueño de la marca, que muy bien de la cabeza no parece estar.

El chofer, muy educadamente, que sí, que así es. Además de nuestras palabras dentro del coche no se oye absolutamente nada. Es un silencio perturbador que casi incita a la confesión. Sí, eso es, silencio de confesionario.

Estoy en este coche camino de una reunión a la que he sido invitado por varios políticos, a los que no conozco de nada, porque quieren explicarme sus programas electorales de cara a las numerosas citas de este año con las urnas.

El tráfico está bastante lento a pesar de ser ya cerca de las diez de la mañana, lo que me permite mirar por la ventana y ver como transcurre la actividad de la ciudad a esas horas. Llegamos a una zona de edificios de oficinas, con mucho acero y aluminio en sus fachadas, cuando de pronto el vehículo se detiene a la puerta de uno de esos engendros y el chófer, sin mover ni la cabeza me anuncia que hemos llegado.

En esos momentos se abre la puerta y un señor muy serio me da los buenos días y con un ligero gesto me invita a salir. Fuera me espera una señorita, que con una gran sonrisa profidén me saluda.

Buenos días, don Votante. Le esperan en la reunión, si es tan amable de acompañarme —me pregunta, y sin esperar mi respuesta se pone en marcha hacia el interior del edificio—.

La sigo y al entrar veo que el vestíbulo de éste es tan grande y lujoso que bien podría construirse dentro un conjunto de apartamentos para familias necesitadas. No me da tiempo a seguir pensando esas tonterías porque de pronto la de la sonrisa blanca llama a una puerta de madera perfectamente lacada y al abrirla parece que se abre todo un mundo de lujo. Dentro de esta sala y después de darme las gracias mi guía, ésta cierra la puerta tras de mí y veo a cuatro señores (ninguna mujer) que se levantan de sus asientos ergonómicos y se dirigen a mi para saludarme.

El primero en hacerlo es un hombre de fuerte complexión, un poco mas alto que yo, con traje impecable y corbata azul y franjas de la bandera española, con unos pectorales (supongo) que están a punto de reventarle la camisa. Me extiende su mano y al dársela noto como me crujen mis dedos, bueno toda mi mano, y mientras finjo una sonrisa por dentro me estoy acordando de alguna parte de su familia.

El siguiente en hacerlo es un hombre, también entrado en los cuarenta, vestido de sport, con una chaqueta de pana ( ¡de pana! ) color hueso, una camisa muy elegante y peinado-despeinado con rizos y algunas canas.

El tercero es un hombre más joven, con un polo de color azul oscuro, con el cocodrilo queriéndole comer el brazo izquierdo (esto siempre me hace sonreír al acordarme de un vendedor de polos de esa marca con el cocodrilo al revés, es decir hacia el corazón) un pantalón de pinzas finísimo y unos zapatos tipo náuticos. 

Es decir, vestido lo que hoy llaman los jóvenes como un auténtico cayetano (¿por qué será?) y el cuarto en discordia es un chico con pinta de universitario empollón, pelo largo, gafas redondas de pasta, dos pendientes y una libreta tipo Moleskine de tapas rojas.

Todos ellos, como digo, muy sonrientes y con ganas e ganarse mi confianza. Me ofrecen que me siente y una vez todos sentados deciden que van a hablarme por orden de edad, para exponerme su programa electoral ya que este año se celebran todo tipo de elecciones. Yo les digo que lógicamente no será el mismo programa para las municipales, las autonómicas y, menos aún, para las generales.

NO ENTENDÍA POR QUÉ ME HABÍA DEJADO CONVENCER PARA ASISTIR A UNA REUNIÓN ABSURDA EN LA QUE SE PRETENDÍA DE LOS PROGRAMAS DE LOS PRINCIPALES PARTIDOS

Se miran entre sí, y como si no hubieran escuchado nada empieza el Rompemanos a explicarme, y no llevaba ni un minuto hablando, cuando es interrumpido por el de la chaqueta de pana para decirle que eso que estaba ofreciendo ya lo llevaban ellos en su programa anterior y por lo tanto no tenía sentido. Y aquí fue cortado por el intelectual de los pendientes para decir que el maldito capitalismo que hundía a los pobres y enriquece más aún a los ricos era el culpable de todos los males -creo que dijo humanidad, pero no estoy seguro- del mundo a lo que el cayetano saltó de su silla para decir que los males del mundo siempre los había provocado el comunismo.

Yo intenté poner un poco de orden invitándoles a hablar de uno en uno y así poder explicar con claridad su programa. Parece que dio resultado y el pectorales gigantes retoma la palabra para explicar su proyecto en lo referente a la sanidad pública, lo que hizo que nuevamente todos saltaran de sus asientos —¡Pero mientes! Nunca te ha interesado, nosotros si estamos mejorando la sanidad ¿Vosotros?Pero si lo único que quereis es eliminarla y privatizar todo para darle la explotación a vuestros amigos!!!—.

Los roces iban creciendo, unos se gritaban a otros, ninguno llegaba a hacer una propuesta antes de que los demás se lanzaran como fieras para hacer otras propuestas, se mezclaban las palabras y no se entendía nada.

me gritó que me callara y que lo único que tenía que hacer era votar y callarme

Yo estaba ya muy nervioso y sobre todo muy molesto porque cada vez entendía menos que hacía allí, por qué me había dejado convencer para asistir a una reunión absolutamente absurda en la que se pretendía hacerme ver la bondad de los programas que presentaban los principales partidos políticos, pero aquello se convirtió en un galimatías de voces, insultos, malos modos, gritos, etc.

En un momento de casi silencio conseguí decir que tuvieran mejores modales y uno de ellos, no sé cual, me gritó que me callara y que lo único que tenía que hacer era votar y callarme.

Aquello ya fue demasiado, me dirigí a la puerta de salida, pero los cuatro energúmenos se interpusieron para que no pudiera salir antes de escuchar lo que tenían que decirme.

Empecé a sentirme agobiado, no conseguía entender nada, me chillaban diciéndome que tenía que votar a su partido, intentaba avanzar hacia la puerta de salida, sudaba mientras notaba como me tiraban del brazo y chillaban, por fin alcancé a abrir la puerta de salida, abrí esta, y al dar un paso no había suelo, se abría un  enorme precipicio por donde caía y oía cómo las voces se alejaban.

Me desperté en mi cama con la respiración agitada y sudando. En esos momentos comprendí que acababa de tener una tremenda pesadilla. Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina a beber agua y en ese corto paseo conseguí entender que había pasado.

Caí en la cuenta que estamos en 2023, y en este año se van a celebrar todo tipo de elecciones, autonómicas en 12 comunidades, municipales en todos los ayuntamientos y, se supone, que hacia final de año tendremos elecciones generales. Podemos estar felices. Vamos a ser el país con más mejoras de todo el mundo. Sí, sí, no se lo tomen a guasa.

Tendremos la mejor infraestructura de transportes municipales, muchos de ellos totalmente gratis, las calles de nuestros pueblos y ciudades serán las mas limpias y seguras, se construirán miles de viviendas sociales para que ninguna familia tenga problemas para vivir en una vivienda digna por un precio casi simbólico. Y si por desgracia, se quedan en el paro, cosa casi imposible en nuestro país, no tendrán que pagar nada de alquiler mientras no tengan ingresos, los niños podrán utilizar los comedores colegiales a su voluntad con unos menús equilibrados, y además estudiaran inglés y chino como lenguas obligatorias.

El transporte público será más barato y con más frecuencia para que no se tenga que utilizar el transporte privado. Contrataremos a miles de médicos de atención primaria y tendremos el mejor ratio de pediatras por niño de toda Europa. Las residencias de ancianos, que habrá en todas las ciudades, pueblos y localidades, serán tan buenas, contaran con personal especializado, las comidas serán mejores que en sus propias casas, que los ancianos preferirán vivir en ellas antes que en sus propias viviendas. Todas las carreteras que no sean de propiedad del Estado se arreglaran y serán casi autovías, todos los pueblos tendrán centro médico perfectamente equipados y ¡con médicos! 

Las ayudas a los agricultores y ganaderos serán insuperables. Se harán las mayores inversiones para que vuelvan a nuestro país los miles de médicos y personal de enfermería que están trabajando por esos países que tan mal les tratan.

En el fondo me da pena dar más envidia a los países que no pueden permitirse vivir como vivimos aquí. Estoy hablando de España

Todos los investigadores regresaran encantados a nuestro país donde contaran con los medios necesarios y de última generación para poder investigar además de tener los mejores sueldos que les permita vivir, no solamente de una forma digna, si no ser la envidia de sus colegas de otros países.

Bueno no quiero seguir porque en el fondo me da pena dar más envidia a los países que no pueden permitirse vivir como vivimos aquí. Estoy hablando de España.

Pero la mejor parte de esto es que tenemos que votar. Y siempre hay que votar porque si no lo hacemos perdemos nuestros derechos, morales, a protestar si los políticos con cumplen y además es lo más importante de la democracia.

Esto es una perogrullada, ya que sin derecho a voto no hay democracia. Yo sé perfectamente, a estas alturas, a quién votaré en las municipales y casi tengo también la seguridad de mi voto en las autonómicas, pero en las generales…

Cuando lleguen las elecciones generales mucho habrán tenido que cambiar las cosas para que mi estómago me permita votar sin tomarme un Almax muy prontito y preparar doble mascarilla y un pañuelo mojado de colonia para poner sobre las mascarillas y así, de esta manera, introducir mi voto en la urna.

Pero queridos lectores (que alguno habrá, ¿no? ) lo malo es que el año 2023 se acabará, como es normal, el 31 de diciembre y ¡oh, desgracia! llega el 2024 y vendrá la dura realidad, que como es lógico lo del 2023 ha sido un año de sueños, no de pesadillas, pero ya se ha pasado, ahora toca seguir y comprobar la dura realidad: las bonitas promesas de nuestros políticos no se cumplirá casi ninguna, y seguiremos pensando que para las siguientes elecciones, las que sean, volverán a mentirnos. Y la vida sigue.

Amén.

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