Hoy: 22 de noviembre de 2024
¿Son las personas deprimidas simplemente más realistas a la hora de juzgar cuánto controlan sus vidas, mientras que otras ven el mundo de color rosa viviendo bajo la ilusión de que tienen más control del que tienen? Esa es la idea del ‘realismo depresivo’, una teoría que se ha impuesto en la ciencia y la cultura popular durante más de cuatro décadas. El problema es que no es cierto, según una investigación de la Escuela de Negocios Haas de la Universidad de Berkeley (Estados Unidos).
“Es una idea que ejerce el suficiente atractivo como para que mucha gente parezca creerla, pero las pruebas no están ahí para sostenerla. La buena noticia es que no hace falta estar deprimido para entender el grado de control que se tiene”, ha comentado el profesor Don Moore, coautor del estudio, que se ha publicado en la revista científica Collabra: Psychology y ha recogido Europa Press.
El concepto de ‘realismo depresivo’ procede de un estudio realizado en 1979 con estudiantes universitarios que examinaba si podían predecir el grado de control que tenían sobre si un semáforo se ponía en verde al pulsar un botón.
La investigación original concluyó que los estudiantes deprimidos eran mejores para identificar cuándo no tenían control sobre los semáforos, mientras que los que no estaban deprimidos tendían a sobreestimar su nivel de control.
Moore y sus colegas se propusieron replicar esos resultados. Los autores estudiaron dos grupos de participantes, a los que examinaron para detectar la depresión mediante un cuestionario. El primer grupo, de 248 participantes, procedía de Amazon’s Mechanical Turk, un servicio ‘on line’ que proporciona encuestadores pagados y participantes en el estudio de diversos orígenes, en este caso todos mayores de 18 años. El segundo grupo estaba formado por 134 estudiantes universitarios que participaron a cambio de créditos universitarios.
Los investigadores añadieron o utilizaron medidas más modernas y sólidas para el estudio. Por ejemplo, añadieron un mecanismo para medir el sesgo y variaron experimentalmente la cantidad de control que tenían los participantes.
Los participantes realizaron una tarea similar a la del estudio de 1979. En 40 rondas, cada uno elegía si pulsar un botón, tras lo cual aparecía una bombilla o una caja negra. Cada uno debía averiguar si el hecho de pulsar (o no) el botón influía en que se encendiera la luz. Después de las rondas, cada uno informó del grado de control que tenía sobre la luz.
Tanto los grupos ‘on line’ como los grupos de estudiantes universitarios se dividieron en tres condiciones experimentales. Cada condición experimentó diferentes relaciones entre el botón y la luz durante las 40 rondas.
Los participantes de las dos primeras condiciones no tenían ningún control real sobre la apariencia de la luz, pero la veían iluminarse una cuarta parte o tres cuartas partes del tiempo, respectivamente. Los participantes de la tercera condición tenían cierto control, ya que veían la luz tres cuartas partes de las veces después de pulsar el botón.
Los investigadores no pudieron replicar los resultados del estudio original. De hecho, las personas del grupo por Internet con un mayor nivel de depresión sobrestimaron su control, lo que contradice directamente el estudio original. Los investigadores señalan que este hallazgo puede deberse a la ansiedad más que a la depresión, una observación que, según Moore, merece un estudio más profundo. En el grupo de estudiantes universitarios, los niveles de depresión tuvieron poco impacto en su visión del control, según los autores.
Los investigadores también comprobaron el exceso de confianza. Se pidió a los participantes en el estudio que estimaran su puntuación en un test de inteligencia. La depresión tampoco tuvo ningún impacto en este caso.
Los resultados socavaron su creencia en el ‘realismo depresivo’. “El estudio no sugiere que haya beneficios por estar deprimido, por lo que nadie debería buscar la depresión como una cura para sus sesgos cognitivos”, dice Moore.
Aunque la depresión no mejore el juicio, la cuestión de cómo medir con precisión nuestro nivel de control en diversas situaciones tiene implicaciones más amplias a lo largo de la vida.
“Vivimos con una gran incertidumbre sobre el grado de control que tenemos: sobre nuestras carreras, nuestra salud, nuestro peso corporal, nuestras amistades o nuestra felicidad. ¿Qué acciones podemos tomar que realmente importen? Si queremos tomar buenas decisiones en la vida, es muy útil saber qué controlamos y qué no”, remacha Moore.