PEDRO JORGE SOLANS
¡Rivadavia y Rincón!… Vieja esquina de la antigua amistad que regresa, coqueteando su gris en la mesa que está meditando en sus noches de ayer
El sol de noviembre era benevolente y con su humedad presente pero no mataba aún. Llegué buscando a los compadritos en la pista de tierra y me encontré un café en la esquina de Rivadavia y Rincón donde aún se huele tango y se murmuran memorables payadas.
La pregunta es ¿por qué se llamó y se llama Café de los Angelitos a este mítico lugar de encuentro de destacadas celebridades nacionales de la cultura, la política, el deporte y las artes que se mezclan con los bebedores de infusiones y otras yerbas, con turistas y nostálgicos.
Ingresé igual, porque pese a los cambios, donde hubo duendes y angelitos algo queda siempre aquí y en todas partes. Levanté la vista y una serie de fotografías me introdujo en el rico pasado. Cuelgan de sus paredes, bajo un balcón en donde suena un gran bandoneón en vivo, y recrea la atmósfera y el ambiente del siglo ¿Qué hago aquí? Me pregunté.
Me apoyé en la barra, como muestra una de las fotos que ilustra esta nota y claro, enseguida me ubiqué: Tangos famosos en el corazón del barrio de Balvanera, y yo en el lugar donde Carlos Gardel estableció su “barra” a partir de 1912, cuando comenzó su carrera artística formando dúo con José Razzano.
Qué maravilla, —me dije— cuando el patrimonio artístico se siente en la piel. Recuerdan las paredes que, en 1944, Razzano compuso su célebre tango con letra de Cátulo Castillo, titulado precisamente “Café de los Angelitos” Uy, no sé el poema y por arte de los duendes llegó: Yo te evoco, perdido en la vida, y enredado en los hilos del humo, frente a un grato recuerdo que fumo y a esta negra porción de café.
¡Rivadavia y Rincón!… Vieja esquina de la antigua amistad que regresa, coqueteando su gris en la mesa que está meditando en sus noches de ayer.
¡Café de los Angelitos! ¡Bar de Gabino y Cazón! Yo te alegré con mis gritos en los tiempos de Carlitos por Rivadavia y Rincón.
¿Tras de qué sueños volaron? ¿En qué estrellas andarán? Las voces que ayer llegaron y pasaron, y callaron, ¿dónde están? ¿Por qué calle volverán?
Cuando llueven las noches su frio vuelvo al mismo lugar del pasado, y de nuevo se sienta a mi lado
Betinoti, templando la voz. Y en el dulce rincón que era mío su cansancio la vida bosteza, porque nadie me llama a la mesa de ayer, porque todo es ausencia y adiós.
El inmigrante italiano Bautisto Fazio fue un vagabundo que no le hacía mala cara a la vida nocturna y menos a la bohemia, y qué podía hacer en la Buenos Aires lejana a su terruño, y no tuvo mejor idea que inaugurar un café. Y lo abrió en 1890 con el nombre de Bar Rivadavia por calle y el barrio de Balvanera, con instalaciones precarias y piso de tierra.
En aquellos años se trataba de un barrio ubicado en las orillas de la ciudad, habitado por sectores populares, y pronto se convirtió en punto de reunión y sociabilidad, caracterizado por la presencia del
compadritos y mujeres sueltas referidas como “negras”, “pardas” y “chinas”.
El lugar se convirtió en uno de los principales centros de payada, género predilecto de la canción popular porteña hasta la segunda década del siglo veinte. Pasaron por el bar del gringo Fazio, los payadores afro argentinos como Gabino Ezeiza e Higinio D. Cazón, y José Betinoti. Iban a diario a sacarse las necesidades de expresarse.
En 1912, Carlos Gardel y José Razzano establecieron su mesa en el bar y concurrieron hasta comienzos de los años 30.
Aproximadamente en 1920, Fazio se cansó de peleas y redadas policiales y se lo vendió a Ángel Salgueiro, quien lo refaccionó y le dio el nombre de Café de los Angelitos, haciendo alusión a los dichos populares de un comisario que, cuando llevaba a cabo una redada en el bar, decía, “voy a ver cuántos angelitos encuentro en el bar”, refiriéndose a delincuentes, peleadores y regentes de las
pardas.
En 1927 se construyó a pocos metros la Casa del Pueblo del Partido Socialista, razón por la cual el café comenzó a ser frecuentado por muchos dirigentes políticos como Alfredo Palacios y personajes como Osvaldo Pugliese, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Juan B. Justo y Florencio Parravicini.
Terminé mi café, di una vuelta por su teatrino, y lentamente, como queriendo detener los pasos emprendí mi retirada. Los angelitos y los duendes ya habían desaparecido y Buenos Aires se derretía ante el sol de brasas, y claro, supe, por qué se llama Café de Los Angelitos.