Era una mujer de 24 años y, a pesar de su juventud, nunca esperó nada de nadie. Por eso jamás tuvo que sentarse en un banquito aguardando a que cualquier desgraciado le prestara atención. Nunca quería estar sola.
Era una mujer de 24 años y, a pesar de su juventud, nunca esperó nada de nadie. Por eso jamás tuvo que sentarse en un banquito aguardando a que cualquier desgraciado le prestara atención.