Has sido una ciudadana ejemplar. Has cumplido con tus obligaciones, has pagado tus impuestos, has respetado las señales de tráfico, has procurado no hacer demasiado daño al prójimo. Te han explotado en el trabajo, como al resto, y has intentado ser dichosa. Siempre has tenido la sensación de que te estaban esquilmando. Cuando te compraste la vivienda a medias, cuando pagabas el recibo de la contribución, cuando te suscribiste a esa televisión de pago, cuando se te rompió la lavadora y te dijo el técnico que no había nada que hacer…
Has tenido una vida, con mayor o menor fortuna, pero insignificante como cualquier otra. Algunos de los tuyos han muerto. Te sientes cada vez más sola, aunque nunca faltan las visitas.
Tarde, ya es tarde
Jamás se te dio bien nada. Tampoco eres idiota. El colmo fue hace poco. Solo unos años. Cuando comprendiste que no tenías otro remedio que adquirir conocimientos absurdos que no te interesaban. Pero si querías seguir participando de la fiesta debías de aprender a manejarte con los ordenadores. Los teléfonos móviles. Navegar por Internet. Hablar con máquinas. Permanecer a la escucha. Comprar online.
Ojalá tu vida sexual hubiera sido más ajetreada. Si hubieras sido más osada, más simpática, o un hombre… para no quedarte embarazada…o para no tener esos dolores insoportables todos los meses… Aunque ya ni te acuerdas.
¿De qué sirvieron tantas manifestaciones? ¿Tantos libros que ya nadie quiere? ¿Tantas diapositivas? ¿Tantas películas en DVD?
Piensas que todavía respiras de milagro. Recuerdas aquella vez que casi te caes por la ventana mientras limpiabas los cristales. O cuando te estampaste contra un árbol sólo un segundo después de quedarte dormida…Vives en una residencia para no molestar mucho. Porque te olvidas demasiado. Para que otros te cuiden. Porque ya son dos ictus… Odias la comida. Miras a tu alrededor y solo ves viejas y viejos. Intuyes que, si te mantienes con vida, es porque te gastas el dinero. Cada vez estás más segura de que esta época de arrugas y nostalgia la estiran como un chicle los laboratorios farmacéuticos. Para seguir vendiendo pastillas de la memoria, pastillas para dormir, medicamentos para la diabetes, analgésicos, ansiolíticos, aparatos ortopédicos, dentaduras postizas, ropa, comida… Ellos, los laboratorios, son los que te animan a seguir viviendo. ¡Hasta los noventa y más allá!
Les viene muy bien tu dinero, claro que si
Jamás cambiaste de profesión por miedo. El miedo te impidió largarte con aquel capitán holandés de la ONU y el miedo te despierta ahora por las noches. Cuidado con el virus. Te vas a quedar tonta. Ojalá no me lo haga encima…Pero sobre todo, “que no se lleven el dinero de la pensión, por Dios…” Y le das vueltas a la cabeza. Toda una vida cotizando y ahora escuchas palabras como ¿dónde está el dinero de las pensiones? Son insaciables. Algo te dice que también van a por tus ahorros. Por ridículos que sean. Toda la vida te han robado y ahora te quieren seguir robando. Lástima que te hayan pillado tan mayor. Con treinta años menos se iban a enterar. Pues no fuiste tú revolucionaria…