El 10 de noviembre de 2023, el historiador israelí especializado en genocidio, Omer Bartov, advirtió en una columna de opinión en The New York Times que la respuesta del gobierno Israelí a los ataques de Hamás un mes antes, el 7 de octubre, albergaba el potencial de ser un genocidio.
Y pedía una condena “antes de que ocurra, en lugar de condenarlo después”. Según Bartov lo que provocaba Israel era aquellos días eran “crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad”, y lo explicaba por una reacción a las consecuencias de los asesinatos cometidos por Hamás.
El historiador añadió: “Aun tenemos tiempo para prevenirlo”.
Cuando Bartov negó el genocidio, la escritora, realizadora de cine y comisaria de exposiciones en la Universidad de Brown (Estados Unidos) Ariella Aïsha Azoulay, judía palestina que fue profesora en la Universidad de Tel Aviv señaló en una conversación con El Periódico que la negación de Bartov participaba de lo que ella llama la fetichización del término “genocidio” y la costumbre de “reservarlo” para casos excepcionales en los que Occidente no es el perpetrador directo, como ha sido en Ruanda o Bosnia.
Pero Bartov cambió de posición.
“En mayo de 2024, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) entraron en Rafah y desplazaron a cerca de un millón de personas a la zona de Al-Mawasi, una localidad sin infraestructura junto al mar, ya era una operación con objetivos genocidas, cuyas intenciones ya se habían expresado en octubre de 2023”.
Es más, según desarrolló Bartov: “La única comparación posible es con la Nakba, (Catástrofe en árabe) es decir, la expulsión de los palestinos en 1948. En aquel momento unos 750.000 palestinos fueron expulsados de las zonas que se convirtieron en el Estado de Israel. Y murieron muchos miles de personas. Pero las cifras no fueron tan altas como ahora”.
Así, con la Nakba llegamos al punto crucial.
Los planes para destruir Gaza no son el resultado del 7 de octubre por más dolorosas que fuesen las acciones de ese día. El general Ariel Sharon decidió retirar al Ejécito de Israel de Gaza en 2005 y convirtió la Franja en un campo de concentración gigantesco de 2 millones de personas.
Israel lanzó periódicamente operaciones genocidas parciales en los años siguientes (Pilar de Defensa, Eco del retorno y Plomo fundido), provocando miles de muertos civiles.
Pero las campanas doblaron por la “solución final”, al estilo de la conferencia nazi de 1942 en las afueras de Berlín, el 7 de octubre de 2023.
Los dirigentes de Israel lo dijeron alto y claro. Iban a borrar a los palestinos de Gaza de la faz de la tierra.
Se cumplía el vaticinio funesto de Hana Arendt en Eichmann en Jerusalén, su reportaje periodístico de 1963 sobre el enjuiciamiento de Adolf Eichmann en Israel: “Genocidio es una posibilidad de futuro, ningún pueblo de la tierra puede sentirse razonablemente seguro de su continuada existencia”.
El primer genocidio de la época moderna-mucho antes de que en 1948 se adoptara la propuesta del jurista polaco Raphael Lemkin en la ONU y se firmara la Convención contra el Genocidio- tuvo lugar en Armenia entre 1915 y 1923, donde una población de tamaño similar a la de Gaza, fue aniquilada en el imperio otomano por la República de Turquía.
Casi 2,1 millones de armenios, su cultura, su lengua, fueron borrados del mapa. Las imágenes de los armenios expulsados se parecen como una gota de agua a la de os palestinos que a estas horas son empujados y bombardeados para que huyan de Gaza City, la capital de la Franja.
Cabría también al hacer paralelismos evocar el estado de Dresde en febrero de 1945 donde los bombardeos aliados dejaron un paisaje equivalente al de Gaza en la ciudad alemana. Eso sí, con menos muertos allí (entre 25.000 y 40.000) que en Gaza, donde se contabilizan 70.000, una cifra considerada bajísima por varias instituciones internacionales)
¿Es la ONU la que decide qué es o no un genocidio, como afirma el alcalde de Madrid?
Es falso de toda falsedad.
El Tribunal de la Haya es el tribunal de la ONU donde se puede demandar, como ha hecho Sudáfrica, a un Estado parte por presunto violación de las convenciones. Por ejemplo, la del genocidio.
Y que ha admitido esa demanda calificando a priori como “posible genocidio” el 26 de enero de 2024 a antes de una sentencia que puede llevar años.
Pero el PP manipula esa circunstancia y se escuda en ello como mero pretexto.
Nunca el PP y el PP Europeo calificarán el genocidio que comete Israel por sus vínculos con los gobiernos israelíes, ahora el de Netanyahu.
Aznar ha dicho este miércoles que si Israel “pierde lo que está haciendo Occidente estaría al borde de una derrota total”.
¿Qué está haciendo?
Para Aznar es una guerra. Como la que él respaldó como protagonista en 2003 contra Irak.
Ha vuelto al ardor de guerra de las Açores.
Y no pronunciará el PP la palabra genocidio porque no quiere aparecer estigmatizado como el gobierno de Sánchez al que Israel ataca como antisemita, ese arma de destrucción colonial del pueblo palestino
¿Quizá no dice que es genocidio por Hamás a quien señala como aliado de Sánchez?
No.
Porque el PP no ignora que Netanyahu es quien, según admitió el 21 de mayo de 2025, envíó dinero a Hamás, a través de Qatar, en 2018, para fortalecer a dicha organización frente a la Autoridad Nacional Palestina, con el lema de divide y vencerás, un lema que no pocos judíos en el mundo apuntarán en el pasivo de Netanyahu precisamente por el 7 de octubre de 2023.
Como dice la escritora y académica Azoulay, nacida en Tel Aviv, genocidio es cuando un pueblo se convierte en un problema, en un obstáculo para otro pueblo que lo coloniza.
Ni la palabra genocidio como tal alcanza para describir el holocausto palestino que provoca Israel.
Porque es que no hay palabras.
Información publicada por El Periódico