El laurel (Laurus nobilis), una planta perenne originaria del Mediterráneo, es ampliamente utilizado en la cocina española, pero sus usos van mucho más allá de lo gastronómico. Considerado desde la antigüedad como una planta virtuosa, posee múltiples propiedades medicinales que lo convierten en un aliado natural para distintos problemas de salud. Tanto sus hojas como su aceite esencial han sido empleados tradicionalmente en tratamientos diversos, desde molestias digestivas hasta dolencias inflamatorias.
Una de sus aplicaciones menos conocidas es su capacidad para favorecer el descanso. Colocar hojas de laurel bajo la almohada durante el día y retirarlas antes de dormir puede mejorar la calidad del sueño. Esto se debe a que ayuda a reducir la congestión, aliviar la fatiga y despejar la respiración, factores que influyen directamente en un descanso más reparador.
El laurel también contribuye a regular la temperatura corporal. Los vahos con aceite de laurel son recomendados en casos de resfriados, ya que ayudan a descongestionar y estimular la sudoración cuando hay fiebre. Además, las compresas con aceite de laurel aplicadas en el pecho ofrecen un alivio adicional frente a las molestias respiratorias.
Otro de sus beneficios está relacionado con la inflamación. Gracias a un compuesto llamado eugenol, presente en sus hojas, el laurel actúa como un antiinflamatorio natural. Este efecto lo hace especialmente útil para reducir síntomas de enfermedades como la artritis y otras dolencias que cursan con inflamación crónica.
Finalmente, el laurel también se ha vinculado a la regulación del flujo menstrual y a diversos usos en cosmética. Su contenido en vitamina A ayuda a combatir la caspa, la sequedad y el picor del cuero cabelludo, además de servir como remedio contra los piojos. Asimismo, sus ácidos grasos y vitaminas lo convierten en un aliado para prevenir la caída del cabello y retrasar el envejecimiento prematuro de la piel, ampliando así su valor más allá de la cocina.