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La verdadera marca España

Alcaraz, en el partido de semifinales en el que acabo lesionado./EP

JOSÉ JUAN

Por el resultado, el final del partido de tenis de este viernes no fue el que todos esperábamos. Hablo, claro, del encuentro entre Alcaraz y el serbio Novak Djokovic por un puesto en la final de Roland Garros. El joven tenista español se lesionó cuando mejor jugaba tras empatar a un set con el serbio.

Pudo retirarse pero siguió jugando con un pundonor enorme y acabó el partido como pudo, pero acabó con  la elegancia de los grandes.

Durante ese último y agónico set al español lo animaban y lo aplaudían los miles de personas que abarrotaban la pista central parisina, y cuando salía de ella camino de los vestuarios el público vitoreaba su nombre. El murciano se llevaba el cariño y el respeto del público y eso vale tanto como pasar de ronda. Quizás más, mucho más.

A los españoles en política internacional no se nos respeta demasiado, para que engañarnos. Pintamos poco y hasta en los países de nuestro entorno, como Reino Unido o Francia, al turismo español lo ignoran aunque seamos más los españoles que visitamos esos países que los de cualquier otra nacionalidad.

En Francia, Alemania o Reino Unido, en el metro informan hasta en arameo; en los restaurantes los menús se escriben hasta en chino, la publicidad en los comercios puede ser coreana, y en los hoteles los recepcionistas te traducen incluso del latín, pero en español nada de ‘na’. No me lo han contado, lo he vivido.

Fuera de Europa tampoco la cosa va mucho mejor. Incluso en los países latinos ahora se ha puesto de moda el ‘tiro al español’, en un sentido metafórico, por supuesto. Se trata de empañar el papel de la civilización española en América, norte y sur, con acusaciones que no se atreven a lanzar contra los ingleses, por ejemplo, que ellos sí que sabían de esclavos y barbaridades con los colonos.

En la historia reciente, la única vez que España ha estado entre un grupo reducido de mandatarios con algo importante que decidir fue en la Casa Blanca, en 2003, cuando Aznar puso sus pies en una mesilla, antes de decidir que íbamos de comparsa a ‘la madre de todas las batallas’ contra Irak.

Fue la única vez y mejor que no hubiese estado porque esa foto con Bush y Blair pasará a la historia de la vergüenza de una guerra que nunca debió empezar porque se justificó con mentiras, como la existencia de armas de destrucción masiva que nunca hubo.

Pues eso, que salvo este traspiés siempre hemos estado fuera de las mesas en las que se hablaba o se decidían cosas importantes y seguimos fuera.

Hemos intentado tanto y de tantas formas proyectar la imagen de España sin conseguirlo del todo, que no nos hemos dado cuenta de que nuestra verdadera marca, nuestro poder, nuestro peso en el mundo ha sido nuestra cultura, y ahora nos lo da el deporte y los deportistas que en diferentes disciplinas son y han sido los mejores.

Ellos han hecho más por la marca España que ninguna otra campaña política o que ningún otro líder, que tampoco no han sobrado.

Acabé acercándome a algunos deportes porque había españoles que ganaban, despertaban ilusión y ofrecían un espectáculo descomunal. Es verdad que primero hubo un sentimiento patriótico de ver que alguien de Madrid, de Murcia, Barcelona, Mallorca o Fuentealbilla, al final de la carrera o del partido, se subía al cajón de la gloria y escuchaba emocionado el himno español. Después es que además disfrutaba con ellos porque eran magos en la canasta, en el césped, sobre una bicicleta, en un campo de golf, en la pista de tenis o en un circuito de Fórmula 1.

Ellos, esos nombres que todos tenemos en la cabeza desde los tiempos de Seve Ballesteros o Indurain hasta los Gasol, Alonso, Iniesta, Casillas o Nadal han sido los mejores embajadores de este país y se han ganado el respeto del público en todo el mundo.

Gracias a ellos se ha respetado a este país y se ha sembrado la marca España. En el partido de ayer Alcaraz fue marca España, porque encandila por su juego, pero también porque sabe perder cuando la fortuna se tuerce. Y todos caen rendidos a sus pies.

Tenemos un país maravilloso aunque muchos se empeñen en despiezarlo por dentro y destrozarlo por fuera gracias a políticos que no están a la altura, pero por encima de ellos está el legado de la historia, nombres prodigiosos en la cultura o en la ciencia y sí, también en el deporte. Ellos son la marca España y podemos sentirnos orgullos. Yo lo estoy.

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