La vejez vive con enfermedades incurables

1 de octubre de 2025
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Vejez I Freepik

Lo que antes era simple, como caminar o levantar objetos, puede volverse un desafío diario

La vejez llega para todos. No es algo que se pueda detener ni controlar completamente. Con el tiempo, el cuerpo se desgasta y surgen enfermedades que no siempre tienen cura. Lo que antes era simple, como caminar o levantar objetos, puede volverse un desafío diario. Los huesos se debilitan, las articulaciones duelen y los músculos pierden fuerza.

Además, la mente también cambia. La memoria puede fallar y las decisiones se vuelven más lentas. Enfermedades como la demencia y el Alzheimer afectan la vida de millones de personas mayores, alterando recuerdos y emociones. El Parkinson y otras condiciones neurodegenerativas también aparecen sin previo aviso, limitando la movilidad y la independencia.

El desgaste no solo es físico. Las caídas, los golpes y los accidentes se vuelven más frecuentes. Cada pequeño incidente puede traer consecuencias graves. La fragilidad del cuerpo hace que la recuperación sea más lenta y dolorosa. Esto genera miedo y ansiedad, no solo en los mayores, sino también en sus familias.

En este contexto, es imposible hablar de vejez sin mencionar la fragilidad. Es una etapa donde la vulnerabilidad se hace evidente, y donde la prevención y la atención constante se vuelven vitales. La medicina ayuda, pero no siempre puede revertir el daño. Por eso, es fundamental comprender que algunas enfermedades son parte natural del envejecimiento y que aprender a convivir con ellas es esencial.

La importancia de la calidad de vida

Aunque muchas enfermedades de la vejez no tienen cura, sí es posible mejorar la calidad de vida. Mantenerse activo, realizar ejercicios adecuados y cuidar la alimentación puede marcar la diferencia. La actividad física fortalece los músculos y ayuda a mantener la movilidad, mientras que una dieta equilibrada contribuye a la energía y al bienestar general.

El cuidado de la mente es igualmente importante. Leer, socializar y participar en actividades que estimulen el pensamiento puede retrasar el deterioro cognitivo. La mente necesita ejercicio tanto como el cuerpo. Además, la compañía y el apoyo emocional son vitales. La soledad y el aislamiento pueden empeorar cualquier enfermedad. Mantener relaciones cercanas con familiares y amigos ayuda a mantener el ánimo y reduce la sensación de fragilidad.

La vejez no debe ser vista solo como un período de pérdidas. También puede ser un tiempo de reflexión, de compartir experiencias y de vivir momentos significativos. Aceptar que algunas enfermedades son incurables no significa resignarse, sino aprender a convivir con ellas. Crear rutinas que fomenten la autonomía y la felicidad diaria permite que esta etapa sea digna y plena.

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