El silencio necesario

15 de febrero de 2025
3 minutos de lectura
Silencio
Silencio. | Flickr
JAVIER CASTEJÓN
«El silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría». Esta afirmación fue uno de los pilares básicos de la doctrina que el filósofo y matemático Pitágoras impartió a sus alumnos de la escuela que fundó en Crotona (Italia), allá por el siglo VI a.C.

El también filósofo y matemático Blaise Pascal llegó incluso a postular que «Todos los problemas la humanidad provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente en una habitación a solas».

En un momento histórico como este que nos ha tocado vivir cada vez más dominado por el ruido constante, el silencio se ha convertido en un bien escaso. El ser humano contemporáneo ve su vida cotidiana inmersa, y tal vez dominada, por una miríada de estímulos que saturan su capacidad de percepción, colmando su tiempo de ruidos procedentes del mundo artificial y palabras que llenan los minutos de sus días, en los que la apelación a la calma y al silencio es utopía antes que realidad.

A lo largo de la historia encontramos numerosas y variadas expresiones usadas por poetas, científicos y pensadores para manifestar la importancia de la práctica del silencio para el ser humano, y el beneficio que esta puede traerle. En los tiempos que corren es una necesidad imperiosa recordar las palabras de los sabios que postulan la necesidad del silencio.

Pero, ¿por qué los sabios hacen estas afirmaciones acerca del silencio?. ¿Es este, como decía Pitágoras, la primera piedra del templo de la sabiduría?

En el espíritu de las sentencias de los filósofos reside inmerso un concepto de silencio que trasciende la simple ausencia de sonido. Más allá de esta pobre concepción, este se postula como una herramienta poderosa para el autoconocimiento y la gestión emocional, como un aliado para la paz mental y un camino de introspección y enriquecimiento personal.

En este sentido, la neurociencia ha comenzado a revelar los efectos profundos que el silencio tiene en nuestro cerebro. En 2013, investigadores norteamericanos refirieron en la revista Brain, Structure and Function que dos horas de silencio al día promueven la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas en el hipocampo, una región del cerebro asociada con la memoria, el aprendizaje y las emociones.

Este hallazgo sugiere que el silencio no solo nos ayuda a «recargar» mentalmente, sino que también tiene un impacto directo en nuestra capacidad cognitiva y emocional. A estos hallazgos añadieron otros
investigadores italianos que el silencio reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, encontrando que los momentos de silencio inducen un estado de relajación profunda, disminuyendo la presión arterial y mejorando la circulación sanguínea.

Desde una perspectiva psicológica, el silencio constituye además una herramienta esencial para el autoconocimiento y la gestión emocional. Carl Jung, uno de los padres del psicoanálisis, consideraba que el silencio era fundamental para acceder al inconsciente y comprender los aspectos más profundos de nuestra psique. En sus propias palabras: «El conocimiento de tu propia oscuridad es el mejor método para hacer frente a las tinieblas de los demás». El silencio nos permite escuchar esa voz interior que a menudo queda ahogada por el ruido externo.

No solo la neurociencia y la psicología, sino también la literatura ha sido, desde siempre, un reflejo de la importancia del silencio. Poetas y escritores han recurrido a él como metáfora de la introspección, el misterio y la conexión con lo divino. El poeta español Juan Ramón Jiménez, en su obra Platero y yo, escribió: «El silencio es un amigo que nunca traiciona».

Esta frase encapsula la idea de que el silencio es un refugio seguro, un espacio donde podemos ser nosotros mismos sin máscaras ni pretensiones, quizá de la misma forma en que Jung mencionaba como el silencio nos acerca a nuestra propia oscuridad.

En su poema El Silencio, el escritor mexicano Octavio Paz explora la dualidad del silencio como vacío y plenitud: «El silencio es un círculo que gira sobre sí mismo y no se acaba nunca». Para Paz, el silencio no es una ausencia, sino una presencia llena de significado, un espacio donde el tiempo parece detenerse y el alma puede respirar.

Pero quizá los más certeros en la valoración del silencio como circunstancia necesaria para la conexión con lo íntimo y con lo trascendente hayan sido los maestros del misticismo. San Juan de la Cruz refiere en su Noche oscura del alma la necesidad de «soledad y silencio, para tener un corazón dispuesto a acoger y oír al amado; soledad y silencio para que nada nos impida ir al encuentro con Él; soledad y silencio para descubrir que estamos habitados por Dios», mientras que Santa Teresa de Jesús recuerda a sus monjas en las Moradas que “en el templo de Dios, en esta morada suya, sólo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio”.

Místicos, científicos, psicólogos, poetas, filósofos y pensadores de todas las disciplinas expresan así un pensamiento convergente con respecto al silencio en el que todos necesitamos sumergirnos para conocernos mejor en lo íntimo y acercarnos serenamente a lo cósmico.

Hagámosle entonces caso al filósofo y poeta estadounidense Emerson cuando nos exhortaba, diciendo: «Permanezcamos en silencio para que así podamos escuchar el murmullo de los dioses».

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