Expertos advierten que el dolor neuropático sigue siendo un problema mal diagnosticado pese a su alto impacto en la calidad de vida

19 de octubre de 2025
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El 17 de octubre se celebra el Día Mundial contra el dolor / Freepik

En tratamientos de larga duración con opioides, deben tenerse en cuenta tres factores: dependencia física, tolerancia y adicción

El dolor varía enormemente de una persona a otra. Ante una misma enfermedad o lesión, algunas personas lo experimentan de forma intensa, mientras que otras lo perciben como algo más manejable. Para medirlo, se utiliza la escala numérica del dolor, que lo cuantifica del 0 al 10 según la percepción del paciente.

También existen diferentes niveles de tratamiento, organizados en lo que se conoce como la escalera analgésica. En el primer escalón se incluyen los analgésicos menores, como los antiinflamatorios o el paracetamol, indicados para el dolor leve o moderado. Según los especialistas de la Clínica Universidad de Navarra, estos fármacos no producen resistencia ni adicción. Según recoge Europa Press, advierten:

«Más dosis no aumenta la analgesia y sí los efectos secundarios»

Si el dolor persiste, se pasa al segundo escalón, donde se encuentran los opioides débiles, como la codeína o el tramadol. Los expertos del Área del Dolor de la Clínica Universidad de Navarra explican que la codeína es un derivado de la morfina, con menor potencia analgésica, indicada para el dolor leve o moderado. No produce dependencia, aunque puede causar náuseas, vómitos, mareos o estreñimiento.

El tramadol, por su parte, se utiliza para aliviar dolores de intensidad moderada y actúa sobre el sistema nervioso central. Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), este fármaco «alivia el dolor actuando sobre células nerviosas específicas de la médula espinal y del cerebro».

En el tercer escalón se encuentran los opiáceos mayores, como la morfina o el fentanilo. La primera es de origen natural y el segundo, sintético. Ambos se aplican en casos de dolor intenso o cuando los fármacos anteriores no han resultado eficaces. Estos medicamentos no tienen techo analgésico, es decir, su efecto puede aumentar con la dosis, aunque los efectos adversos pueden ser graves, como los cambios en el ritmo cardiaco.

Tres conceptos clave

En tratamientos de larga duración con opioides, deben tenerse en cuenta tres factores: dependencia física, tolerancia y adicción. La dependencia se relaciona con el síndrome de abstinencia al suspender el fármaco. La tolerancia implica que, con el tiempo, se necesita más dosis para el mismo efecto, y la adicción supone una necesidad psicológica de consumo.

Existe un cuarto escalón que incluye tratamientos más avanzados, como infiltraciones, iontoforesis (técnica que utiliza una corriente eléctrica débil para introducir medicamentos por la piel), estimuladores epidurales o sistemas de infusión cerca de la médula espinal. Apuntan desde el Área del Dolor de la Clínica Universidad de Navarra

«Cuando todo esto no resulta, algunas intervenciones neuroquirúrgicas disminuyen la sensibilidad nerviosa»

Tipos de dolor

Los especialistas distinguen tres tipos principales de dolor: somático, visceral y neuropático. El dolor somático está:

«Causado por la activación de los receptores del dolor en la piel, tejido subcutáneo, músculo y hueso. Es un dolor bien localizado y se describe como agudo»

Provoca el dolor visceral:

«La distensión de las capas que rodean un órgano visceral. Es un dolor tipo cólico y aumenta con la palpación»

Por último, el dolor neuropático:

«Está causado por una lesión en el sistema nervioso. Suele ser como de quemazón, ardor, punzante o lacerante»

El especialista en dolor neuropático y miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Alan Luis Juárez Belaúnde, explica:

«El dolor neuropático es un tipo de dolor, generalmente crónico, que se produce por un daño o lesión del sistema nervioso periférico o central, que hace que se interpreten como dolorosos estímulos normales»

Un dolor se considera crónico cuando dura más de tres meses:

«Lo que diferencia este dolor de otros dolores crónicos es su fuerte intensidad, la repercusión que tiene en la calidad de vida de los pacientes y la dificultad de su tratamiento.

El dolor neuropático tiene una intensidad superior al de otros tipos de dolor y, en el 60% de los casos, se localiza en una parte concreta del cuerpo, por ejemplo, un brazo o una pierna, aunque en muchos casos también puede afectar a varias zonas»

Además, el especialista advierte que:

«A pesar de que afecta significativamente a la calidad de vida de las personas que lo sufren, y así lo afirman casi la totalidad de los pacientes, y que suele estar asociado a otras patologías, como trastornos del sueño, fatiga, ansiedad y depresión, es un dolor generalmente subdiagnosticado y, por tanto, no tratado adecuadamente»

Finalmente, subraya la importancia del diagnóstico individualizado:

«Una evaluación correcta de cada paciente y un diagnóstico adecuado son fundamentales para intentar mejorar el manejo del dolor neuropático. Identificar correctamente este tipo de dolor puede no resultar sencillo, ya que es muy común que coexista con otros tipos de dolor, pero es necesario mejorar el diagnóstico tanto del dolor neuropático en sí, como de las comorbilidades que suelen estar presentes en los pacientes con dolor crónico para que, tratados de manera temprana e integral, se pueda mejorar su calidad de vida»

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