El escenario internacional actual se caracteriza por una creciente sensación de inseguridad. La Alta Representante de la UE, Kaja Kallas, advirtió recientemente de que los conflictos no deben verse de manera aislada, sino como partes de un tablero interconectado en el que Rusia y China juegan papeles centrales. Su mensaje, cargado de paralelismos históricos, recordó que uno de los errores de la Segunda Guerra Mundial fue considerar los conflictos como fenómenos separados, cuando en realidad estaban íntimamente ligados.
En 2025, el mundo registra una alta concentración de guerras y tensiones, especialmente en África y Oriente Medio. Sudán atraviesa la mayor crisis humanitaria del planeta por su guerra civil, mientras el este de la República Democrática del Congo sigue bajo el asedio del grupo rebelde M23. Etiopía lidia con choques en la región de Amhara, y países del Sahel como Mali o Somalia enfrentan insurgencias yihadistas.
En Europa, la invasión rusa de Ucrania continúa tras más de tres años, con Moscú controlando menos del 20% del territorio, pero manteniendo una ofensiva constante que ha destruido infraestructura y desplazado a millones de personas.
El impacto humano es devastador: la ONU estima más de 11.000 civiles ucranianos muertos y más de seis millones de refugiados en el extranjero. Ucrania calcula que Rusia ha sufrido más de un millón de bajas y la pérdida de miles de tanques y vehículos blindados.
A esto se suma la inestabilidad en Moldavia y Georgia, la reciente resolución del conflicto en Nagorno Karabaj y las amenazas híbridas que amplían la influencia rusa. Los expertos advierten de que el panorama actual se traduce en millones de desplazados y crisis alimentarias, poniendo en jaque la capacidad de reacción del Consejo de Seguridad de la ONU.
En Oriente Medio, el conflicto en Gaza domina la agenda internacional. Lo que comenzó con los ataques de Hamás en octubre de 2023 ha derivado en una guerra prolongada con cifras escalofriantes: más de 64.000 palestinos muertos y 163.000 heridos, mientras Israel reporta 454 soldados muertos desde el inicio de su ofensiva. La crisis humanitaria es extrema, con desplazamientos masivos, hambre y condiciones precarias en las zonas de evacuación. El conflicto ha encendido aún más la región y plantea interrogantes sobre el futuro de la seguridad global.
La tensión aumenta además con la guerra proxy entre Irán e Israel, en la que participan grupos hutíes en Yemen y potencias como Estados Unidos. Yemen, atrapado en su propia guerra interna, ha convertido el mar Rojo en un punto crítico por los ataques a buques comerciales. En Asia, Myanmar sigue en guerra civil, Camboya y Tailandia enfrentan disputas fronterizas y la presión de China sobre Taiwán se mantiene como una de las amenazas geopolíticas más delicadas del momento.
En América Latina, la violencia del crimen organizado continúa desestabilizando países. Colombia se enfrenta a enfrentamientos entre el ELN, disidencias de las FARC y las fuerzas estatales, mientras Haití se hunde en el caos bajo el control de bandas armadas que dominan buena parte de Puerto Príncipe. Aunque no alcanzan la magnitud de los conflictos en Europa o Medio Oriente, estos escenarios suman tensión al panorama global.
Si se compara con 1939, cuando el mundo estaba al borde de la Segunda Guerra Mundial, existen similitudes en la multiplicación de conflictos y el debilitamiento de los organismos internacionales. Sin embargo, el contexto actual incluye factores inéditos: la guerra cibernética, las amenazas híbridas, la competencia tecnológica y la modernización de los ejércitos. El mundo de 2025 no es el de 1939, pero la conclusión es clara: la seguridad global no puede darse por sentada y los riesgos de una escalada mayor siguen siendo reales.