El Real Madrid salió a Montilivi con la obligación de ganar. El triunfo del Barça el día anterior presionaba más de la cuenta y la necesidad de reconectar con buenas sensaciones estaba sobre la mesa. Sin embargo, el plan volvió a diluirse. El empate 1-1 ante un Girona valiente, ordenado y aferrado a la fe dejó a los blancos sin liderato y con la sensación incómoda de estar atrapados en un bucle de juego irregular.
Desde el inicio, los de Xabi Alonso mostraron intención, pero muy poca profundidad. La falta de movilidad fue una constante. El equipo avanzaba, pero sin filo, sin desmarques, sin esa chispa que suele marcar diferencias. Mbappé, una vez más, fue el que más lo intentó. Se ofreció, presionó, buscó fallos en la salida de balón rival y trató de empujar al equipo hacia adelante. Llegó incluso a marcar, pero el VAR anuló el tanto por una mano previa que cambió el guion del partido.
Ese golpe moral lo aprovechó el Girona de inmediato. Azzedine Ounahi recogió un balón suelto al borde del área y firmó un disparo imparable justo antes del descanso. Un misil que dejó al Madrid aturdido y al estadio en plena euforia. El equipo catalán, con bajas importantes y en zona de descenso, supo leer el momento: defender junto, apretar cuando tocaba y confiar en un Gazzaniga inspirado bajo palos, según Europa Press.
Tras el descanso, el Madrid volvió al campo sin demasiada prisa, como si todavía estuviera procesando el gol. Girona se fue replegando poco a poco, quizá demasiado pronto, pero los blancos no encontraban grietas. Las ocasiones llegaban a cuentagotas y cuando los locales salían a la contra, generaban peligro real. Courtois tuvo que intervenir para evitar el segundo en un mano a mano con Vanat.
En ataque, el Madrid dependió otra vez del desequilibrio individual. Vinícius agitó el partido. Marcó, aunque le anularon el gol por fuera de juego, y terminó forzando el penalti que transformó Mbappé. Quedaba tiempo, pero faltaba claridad. Rodrygo aportó energía, Gonzalo buscó presencia en el área y el equipo apretó, sí, pero sin precisión. El Girona resistió con carácter y se permitió incluso dos ocasiones más para sentenciar.
El pitido final dejó la imagen de un Madrid frustrado, con su tercer empate consecutivo en LaLiga y con Xabi Alonso arrodillado en la banda, consciente de que el liderato se escapaba por un punto. Con 33, los blancos quedan ahora por detrás del Barça, que suma 34. Un tropiezo inesperado que obliga a reaccionar antes de que la crisis de juego se convierta también en una crisis de resultados.