Caritas sonrientes, pícaras, pensativas, de asombro… banderas de casi todos los países, herramientas, vehículos… los emojis que hay en las plataformas de redes sociales, acaso el whatsapp la más democrática, inmediata y útil, resultan una gran herramienta para transmitir ideas y pensamientos.
Sí, en su mayoría, los emojis se emplean para reforzar una idea o comentario, o bien sustituirlo. Hay un lenguaje de emojis que no todas las generaciones conocemos. Me confieso usario básico de estos personajes, es decir, los uso para lo que representan a primera vista. Pero los jóvenes les dan significados en un lenguaje propio.
Si vemos los emojis no como un complemento o un lenguaje críptico, sino como un único instrumento de comunicación, les empezamos a encontrar más valor. Una persona con ciertas limitaciones para, por ejemplo, escribir, hace de su uso su mayor herramienta de comunicación. Lo mismo sordomudos y personas con una condición similar.
Son los emojis, pues, un instrumento del lenguaje tan válido e importante para algunas personas como el alfabeto mismo para la generalidad.
Es tan rico el lenguaje que lo hay para cada ocasión y condición. Uno de ellos es el político. Si bien los emojis contribuyen a la comunicación de personas con ciertas condiciones, aquellos profesionales de la política recurren a otro tipo de lenguaje en su universo.
El lenguaje del debate, el convencimiento, la exposición de ideas es funfamental en el actuar cotidiano de los políticos. También lo es el empleo del lenguaje para transmitir mentiras, acusar, calumniar, difamar…
Estos personajes usan como forma principal del lenguaje la verbal.
En el pasado grito del 15 de septiembre, las redes sociales ofrecieron numerosos ejemplos de autoridades que se exhibieron como escasos consumidores del lenguaje escrito. Acaso su verborrea les ha permitido avanzar en sus carreras políticas, pero la desconexión entre mente y boca los exhibió en forma vergonzosa (en caso de que conozcan la vergüenza) ante todo el país.
En La política: lógica y método de las ciencias sociales, Giovanni Sartori sostiene que el discurso sobrepasa el lenguaje común o materno. Lenguaje común, dice, es un lenguaje falto por completo de conciencia de sí mismo, que usamos de una manera totalmente instintiva.
Parece que el politólogo italiano, fallecido en 2017, tenía a los políticos en un concepto mucho más elevado del que exhiben. Su reflexión los exponía como personajes cuyo empleo del lenguaje va más allá del básico.
No hay que regatear que algunos parlamentarios, federales y locales, son buenos tribunos. Pero para quien la Corregidora es Josefa Ortiz de Pinedo, el lenguaje básico y materno, el de casa pues, no el del estudio y los libros, es el único conocido. Personajes así emplean un lenguaje falto por completo de conciencia de sí mismo, totalmente instintivo, si seguimos a Sartori.
Cuando se trata de examinar problemas, de descubrir, de comprender, de ampliar el conocimiento del ser humano sobre la realidad, el lenguaje corriente es insuficiente. El lenguaje lógico es para todos nosotros una conquista difícil, que cuesta un prolongado adiestramiento y mucha fatiga. Es más fácil lanzar verborrea.
El estudio del lenguaje es de lo más interesante, desde los primeros hallazgos de escritura cuneiforme hasta los emojis.
Como instrumento para externar el pensamiento, ha tenido una evolución en su historia que corre paralela al mundo de las ideas. Esto es, la filosofía del lenguaje es la historia de la filosofía misma. Su evolución y desarrollo ha transcurrido a lo largo de los milenios a la par que el pensamiento de todas las disciplinas humanas, por el hecho mismo de que cada una de ellas se ha visto en la necesidad de externar, mediante signos lingüísticos, sus ideas y postulados.
Rica es la lectura de un libro que hemos citado varias veces en esta columna: “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo. Es un repaso por la historia misma del lenguaje plasmado en los libros y sus antecesores. Un ensayo que logra atrapar al lector básico y, lo más importante, lo introduce en el conocimiento del lenguaje lógico y reflexivo, en forma casi divertida.
Mucho más se ha escrito sobre la evolución del lenguaje, una materia de estudio apasionante. El estudio de la filosofía del lenguaje comprende larga cauda de pensadores, como los sofistas, socráticos, Platón, Aristóteles, Epicuro, los estoicos, gramáticos, eclécticos, pensadores de la Edad Media alta y baja, renacentistas, empiristas, racionalistas, románticos, positivistas… Muchas y variadas son las escuelas desde las que se ha realizado el estudio del lenguaje.
No se pretende que los políticos conozcan tales corrientes y menos que profundicen en su estudio. Pero un esfuerzo por leer publicaciones serias y reflexionar, para dignificar el maravilloso oficio que es la política, se les agradecería.
Políticos y autoridades se ayudarían de esa forma, sabiendo que hay vida más allá del “feis” y el “insta”. Quizá así aspiremos a que al menos conozcan el nombre de los héroes nacionales que invocan al dar el grito.
*Por su interés reproducimos este artículo de Olegario Moguel Bernal publicado en Diario de Yucatán.