JOSÉ Mª COTARELO ASTURIAS
No hay consuelo para tanto luto, para tantos negros crespones prendidos en la piel, para tantos ojos enjugados en lágrimas, para estas nuevas muertes repetidas
Llegaron los delegados, los escoltas, los ministros; trajeron flores y palabras de promesas de que ya nunca será lo mismo. Y no, no lo será tampoco para el resto de compañeros que lloran en silencio, con rabia contenida, con sentimiento de impotencia o a gritos; no lo será para los padres, ni lo será ya nunca para sus esposas, ni para sus hijos o sus amigos. Cuando pase la noticia, cuando entre llantos, dolor y fiereza se entierren sus cuerpos, el mundo, para muchos de nosotros, tampoco será ya el mismo.
Se marchitarán las flores, se apagarán las luces y se encenderán las velas y en el aire de los lugares donde habían nacido o donde vivían, quedará un aroma a incomprensión, a indignación, a injusticia. Quedará en el corazón de los suyos que son cientos, miles, millones tal vez, el agrio sabor de la derrota y un dolor constante muy adentro, removido con el afilado puñal de lo inadmisible.
No hay consuelo para tanto luto, para tantos negros crespones prendidos en la piel, para tantos ojos enjugados en lágrimas, para estas nuevas muertes repetidas.
Poco a poco se irá diluyendo la noticia y se nos irá alejando el ruido y el enojo de oír cómo, desde la orilla, algunos energúmenos jaleaban a los cómplices asesinos, mientras la narcolancha segaba dos vidas y miles de sueños y de esperanzas en ese naufragio suicida, mientras hería de gravedad a otro de los guardias. Poco a poco se irán izando las banderas que estaban a media asta en algún sitio y los tímidos aplausos romperán los minutos de silencio.
Luchan en desigual batalla con espadas de palo y escudos de cartón contra molinos de viento, zodiac contra lanchas rapidísimas. Siguen a pies juntillas las órdenes de sus superiores mientras se dejan la razón y la vida en el intento. Llevan mucho tiempo pidiendo mejores equipos materiales y recursos humanos y que actúe la justicia. A todos los detenidos les constan causas pendientes. Hay en el ambiente sensación de impunidad y de desidia.
Pronto, demasiado pronto, las aguas del embravecido y triste mar de Barbate volverán a su sitio y puede que durante algún tiempo queden flotando astillas en el mar, silencio en las almas y puñales en el corazón. Descansen en paz, aunque la paz ya nunca sea lo mismo.