La política en México volvió a vivir una escena difícil de digerir. Lo que debía ser una sesión parlamentaria ordinaria en el Congreso de la Ciudad de México terminó convirtiéndose en un episodio de tensión extrema, con empujones, gritos, forcejeos e incluso tirones de pelo entre diputados. Todo ocurrió durante el debate de una iniciativa especialmente sensible: la propuesta para eliminar la agencia de transparencia de la capital y sustituirla por un nuevo organismo.
La sesión avanzaba con normalidad hasta que legisladores de la oposición decidieron subir a la tribuna con carteles para mostrar su rechazo a la reforma. El gesto, habitual en muchos parlamentos, elevó rápidamente el tono del debate. Las palabras dieron paso a los gritos, y los gritos, a los empujones. En cuestión de segundos, la escena se descontroló.
Las cámaras captaron cómo diputadas del bloque oficialista y de la oposición comenzaron a enfrentarse físicamente justo detrás del presidente de la cámara. Este intentó frenar el caos haciendo sonar una campana y pidiendo calma, pero fue inútil. La pelea continuó entre codazos, forcejeos y escenas que sorprendieron tanto a los presentes como a quienes seguían la sesión desde fuera.
Algunos legisladores y asistentes sacaron sus teléfonos móviles para grabar lo ocurrido, mientras otros intentaban separar a los implicados. En medio del desorden, una diputada tuvo que ser atendida por personal sanitario, lo que terminó de confirmar la gravedad del enfrentamiento. Ante la imposibilidad de recuperar el orden, la presidencia decidió suspender temporalmente la sesión.
Tras el parón, los legisladores regresaron al hemiciclo, pero el clima ya era irrespirable. La oposición optó por abandonar la cámara en señal de protesta, denunciando la forma y el fondo de la reforma. Sin ellos presentes, la coalición gobernante aprobó los cambios legislativos, lo que añadió aún más polémica a un proceso ya muy cuestionado.
El episodio ha generado una fuerte reacción social y política. Más allá del contenido de la reforma, las imágenes del enfrentamiento han abierto un debate sobre el deterioro del diálogo institucional y el nivel de confrontación que se vive en la política mexicana. Muchos ciudadanos han expresado su indignación por un comportamiento que consideran impropio de representantes públicos.
No es, además, un hecho aislado. En agosto, el Senado ya vivió una situación similar durante una disputa sobre el uso del derecho de palabra. Estos precedentes refuerzan la sensación de que la crispación ha traspasado los límites del debate democrático.
Lo ocurrido en el Congreso de la Ciudad de México deja una imagen preocupante. La violencia física dentro de una institución democrática no solo paraliza el trabajo legislativo, sino que erosiona la confianza ciudadana. Más allá de quién tenga razón en el fondo del asunto, la escena deja una pregunta abierta: ¿qué está fallando cuando el diálogo político termina a empujones?