PEDRO SOLANS
A pocos días del balotaje y después de ver y oír el más pobre de los debates presidenciales de los últimos cuarenta años de democracia, la mayoría de los argentinos tiene definido su voto para elegir el próximo presidente de la Nación. Pero esa misma mayoría que ya sabe a quién votará ignora qué está en juego el próximo domingo 19 de noviembre.
Y eso está pasando porque los ciudadanos argentinos fuimos abandonados por la dirigencia política y estamos a la deriva.
Las urgencias, las necesidades diarias para la sobrevivencia, nos tapan lo importante y se suman al vaciamiento que tuvieron los partidos políticos y dejaron de existir como herramienta esencial del sistema democrático. El país quedó sin dirigentes con ambiciones de estrategas, sin pensadores y sin políticos con convicciones.
Entre la ausencia de dirigentes que sepan mostrar a su gente el o los caminos, la o las salidas a cada obstáculo que se presenta en la convivencia democrática, la sociedad seguirá insatisfecha, desconfiada, molesta y no podrá reconocer el serio problema que deberíamos resolver.
El escritor y pensador Ernesto Sábato lo advirtió en sus ensayos publicados a mitad del siglo pasado, cuando escribió que el fascismo puede legalizarse dentro de las democracias abandonadas: “la peligrosa ingenuidad de ver como un simple fenómeno al fascismo. Éste puede volver, puede resurgir en cualquier momento y en todas partes con sus atributos de barbarie espiritual, esclavitud de las almas, y de los cuerpos, odio, demagogia y guerra.”
El autoritarismo es un mecanismo aplicado para detener la crisis del capitalismo, y lo representa un inepto sicotécnico echado de su puesto en el Estado y que, solo el abandono de la democracia por los partidos políticos explica que haya llegado a ser una opción para gobernar un país.
Nuestros dirigentes, y los políticos en general cerraron sus partidos, sus casas de formación y cedieron a las empresas de comunicación la responsabilidad de formar opinión, de debatir, de discutir, y los periodistas redujeron el debate a su mínima expresión, —a lo que dijo Javier Milei, o Sergio Massa, o Cristina Kirchner, o Mauricio Macri— con las prácticas de todas las alternativas posibles mediáticas que tienen a su alcance, inclusive las falsas noticias y la aplicación de la recién llegada inteligencia artificial.
Los comunicadores, por negligencia de los dirigentes, redujeron la calidad de la discusión de ideas a partir de la necesidades o intereses de los medios de comunicación, y aparecieron los operadores y motivadores de una u otra distracciones, haciendo del noble ejercicio político y sustento democrático un espectáculo molesto, irritativo, nocivo, corrupto, mostrando las miserias humanas y dejándolo lejos de satisfacer las necesidades de la gente, y mucho menos de defender y cuidar el interés general del pueblo.
De esa manera se preparó el caldo de cultivo para que emerja un oportunista que, aprovechando la bronca, el odio, pretenda seguir la línea de la destrucción,
La más fácil y la que no te exija un esfuerzo para sacar al país de esta encrucijada.
Sin embargo, también hay que destacar, que, en una democracia sana, un ministro de Economía que no puede frenar una inflación de más del ciento por ciento, puede ser la opción de votar ante un inepto síquico.
¿Hasta dónde llegó el deterioro de la sociedad argentina?
Los votantes que irán a las urnas para elegir a Javier Milei o Sergio Massa, no tienen conciencia que en Argentina se debate la existencia del Estado que, a pesar de ser un Estado nacional colonizado por los continuos procesos de devastación que sufrió pretende defender lo poco o mucho que tiene el ciudadano argentino.
Ese Estado nacional que fue colonizado a fuerza de matar y hacer desaparecer una generación y soportando bombardeos continuos aún está y nos mantiene como nación, pese al desguace de sus empresas estratégicas, de sus servicios esenciales y del bienestar de los ciudadanos.
Cabe recordar, que en los años 90, el gobierno de Carlos Menem encaró un fuerte trabajo de demolición, quiso terminar lo que había empezado la dictadura militar con privatizaciones y el desarme de la industrialización, y no pudo porque el pueblo no lo eligió para un tercer mandato, eso sí, Argentina agonizó y todavía no se puede recuperar por completo porque siguen los golpes certeros.
La dejó con solo dos opciones para subsistir: endeudarse o cobrar impuestos, pero como está vulnerable, débil, desprestigiado, algunos gobiernos optaron por cobrar impuestos asimétricos donde proporcionalmente pagan más lo que menos tienen. En tanto, otros por endeudarse y vaciarlo.
El presidente Mauricio Macri, gran destructor del Estado, pese a que su fortuna familiar lo hizo en detrimento del erario público, optó por endeudar al país de una forma grosera que llevará muchos años hasta que se encuentre una solución, Macri aplicó otro torniquete para su desaparición y envalentonó a un candidato para que vaya más allá del desguace del Estado, sino que a su vez pisotee los valores y creencia de la sociedad para transformar al país en una factoría.
Por eso, en esta elección se definirá si los argentinos defenderemos ese estado colonizado con posibilidad de recuperarse o la demolición completa del mismo.