Por primera vez en España, las personas mayores de 55 años registran una tasa de paro superior a la de los trabajadores de entre 25 y 54 años. El dato marca un cambio histórico en el mercado laboral y rompe una tendencia que durante décadas situaba a los sénior como un colectivo más protegido frente al desempleo. Hoy, esa seguridad ya no existe.
El dato no es puntual ni anecdótico. Forma parte de un análisis amplio elaborado por la Fundación BBVA y el Ivie, a partir de los microdatos de la INE. El estudio refleja un deterioro progresivo y profundo en la calidad del empleo de los trabajadores de más edad.
En 2025, la tasa de paro entre los mayores de 55 años alcanzó el 9,8%, por encima del 9,4% del grupo intermedio. Puede parecer una diferencia pequeña, pero supone un giro relevante. Tradicionalmente, la experiencia y la estabilidad protegían a este colectivo. Ahora, cuando pierden su empleo, volver al mercado laboral se convierte en una carrera cuesta arriba.
El informe distingue claramente entre dos realidades. Por un lado, quienes han mantenido una trayectoria laboral continua. Por otro, quienes se ven obligados a “volver a empezar” a partir de los 55 años, ya sea tras un despido, una inactividad prolongada o una reincorporación tardía. Son estos últimos quienes concentran la mayor precariedad.
Las cifras del desempleo de larga duración lo confirman. Casi el 58% de los parados sénior lleva más de un año buscando trabajo, frente a porcentajes mucho menores en otros grupos de edad. Cuanto más tiempo pasa, menos oportunidades aparecen y más se deterioran las condiciones de entrada, según apunta Europa Press.
Cuando los mayores de 55 logran reengancharse al mercado laboral, a menudo lo hacen en peores condiciones. Más de la mitad de los nuevos contratos son temporales. Muchos duran apenas unos meses. Otros adoptan fórmulas inestables como el fijo discontinuo. La estabilidad desaparece justo cuando más necesaria resulta.
También cambia el tipo de empleo. Solo una pequeña parte accede a puestos altamente cualificados, mientras crece el peso de ocupaciones elementales. Esta degradación profesional no siempre responde a la falta de capacidad, sino a un mercado que penaliza la edad y prioriza la flexibilidad a corto plazo.
El impacto llega también al salario. Aunque la media anual de los mayores sigue siendo más alta, quienes regresan al empleo tras un despido cobran menos que trabajadores más jóvenes en la misma situación. La brecha se agranda si se compara con quienes han logrado mantener una carrera estable durante décadas.
El estudio señala la formación como una herramienta clave para mejorar la empleabilidad sénior. Reduce el paro, mejora la calidad del empleo y eleva los salarios. Aun así, advierte de que no basta por sí sola. Combatir los estereotipos por edad y apostar por el talento sénior se vuelve imprescindible en un país que envejece rápido.
Invertir en las personas, también en las de más edad, ya no es solo una cuestión social. Es una necesidad económica y laboral.