El eje de la justicia: el talento, rectitud y legado del juez del procés en el Tribunal Supremo Manuel Marchena 

14 de diciembre de 2025
3 minutos de lectura
Marchena
El magistrado del Tribunal Supremo Manuel Marchena. | EP

«El juez debe escuchar cortésmente, responder sabiamente, considerar sobriamente y decidir imparcialmente» (Sócrates) 

La figura del magistrado Manuel Marchena Gómez trasciende las fronteras del Tribunal  Supremo para erigirse como un pilar fundamental de la judicatura española.

Su  trayectoria no es solo un compendio de sentencias y resoluciones, sino un testimonio vivo  de lo que significa la vocación de servicio ejercida con talento excepcional,  inquebrantable rectitud y una honestidad que le ha granjeado el respeto unánime,  incluso de aquellos cuyas posturas ha debido desestimar. 

La excelencia como sello profesional 

La brillantez jurídica del doctor Marchena es un atributo constantemente reconocido. 

Poseedor de una inteligencia procesal y una capacidad analítica fuera de lo común, sus  autos y fallos se distinguen por una precisión técnica admirable y una claridad  expositiva que facilita la comprensión de cuestiones jurídicas de altísima complejidad.

Su  paso por la Sala de lo Penal ha estado marcado por la gestión de causas de enorme  trascendencia política y social, demostrando una habilidad magistral para aislar el Derecho  del ruido mediático o las presiones externas

Su compromiso con el Derecho va más allá del estrado. Como Doctor en Derecho, su perfil  académico complementa su labor judicial, dotando a sus argumentaciones de un rigor  doctrinal que pocos pares pueden igualar.

Esta doble faceta (práctica y teórica) es lo que  convierte sus votos y resoluciones en auténticas piezas de orfebrería jurídica,  consolidando su reputación como uno de los juristas más influyentes en la interpretación y  aplicación de las normas penales en España. 

El magistrado Marchena es un juez que se expresa a través de sus resoluciones,  manteniendo una distancia institucional que garantiza la imparcialidad exigida a la Alta  Magistratura.

Su enfoque siempre ha sido la estricta aplicación de la ley y la tutela de las  garantías procesales, principios que no solo defiende, sino que ejerce con una pulcritud  metódica. 

Honestidad e inquebrantable rectitud 

Si su talento es incuestionable, su honestidad personal y rectitud profesional son las  cualidades que terminan de definir su grandeza.

En una carrera judicial donde la exposición  pública es inevitable, Marchena ha mantenido una conducta intachable, priorizando la  independencia judicial por encima de cualquier interés personal o político.

Su rectitud se manifiesta en su compromiso con la equidad y la justicia material.

Es un  juez que valora el debate jurídico, que escucha activamente a las partes y que fundamenta  sus decisiones de manera exhaustiva, haciendo gala de la máxima de que la justicia no solo  debe ser, sino también parecer.

Esta filosofía fue llevada a su máxima expresión en el  mediático juicio del Procés, donde su serenidad, su pulcra dirección de sala y su respeto a  los derechos de la defensa sirvieron de ejemplo internacional de rigor procesal en un  contexto de altísima tensión política. 

Marchena es percibido como un magistrado que no rehúye la responsabilidad.

Ha asumido  el liderazgo de la Sala de lo Penal con la solidez y la coherencia que exige el cargo,  demostrando que la verdadera independencia reside en la fortaleza moral y la capacidad  de resistir cualquier injerencia.

Su labor es una garantía de que la ley será aplicada con la  debida proporción, el respeto a la dignidad humana y el rigor técnico. 

Legado para la Carrera Judicial 

La trayectoria de Manuel Marchena no solo beneficia al presente de la Justicia española,  sino que establece un legado de incalculable valor para las futuras generaciones de jueces  y magistrados.

Él encarna la figura del juez técnico y humanista; aquel que entiende que  la ley es el instrumento para salvaguardar la convivencia, y que la imparcialidad es la virtud  suprema. 

Su habilidad para dirigir salas y tribunales, mantener el orden procesal y articular sentencias  complejas con una base argumentativa sólida, es un estándar de excelencia.

El respeto que  infunde se basa en su coherencia: la vida y obra del magistrado Marchena son un espejo de  las virtudes que se esperan de la más alta magistratura: talento al servicio de la ley,  

honestidad incorruptible y una rectitud que es sinónimo de garantía constitucional

En conclusión, el juez Marchena es más que un nombre en el Tribunal Supremo; es una  referencia de probidad y capacidad, un jurista cuyo prestigio se ha construido sobre los  cimientos de una carrera impecable, dedicada por entero a hacer que la Justicia, con  mayúsculas, sea una realidad tangible en España. 

«No hay camino para la justicia, la justicia es el camino.» – Mahatma  Gandhi 

[Autor del texto, el doctor Crisanto Gregorio León, abogado y profesor universitario] 

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