Jackie Chan es parte esencial de la memoria audiovisual de generaciones que crecieron en los 80, 90 y 2000. Sus películas evocan escenas imposibles y coreografías llenas de ritmo, acompañadas por una simpatía que lo convirtió en una figura única dentro del cine de acción. Su legado no solo reside en la espectacularidad, sino en esa combinación de técnica y carisma que marcó a millones de espectadores.
A sus 71 años, Chan sigue siendo un referente sorprendentemente vigente, según recoge Lecturas. Continúa realizando proyectos que mezclan acción clásica y su sello personal, manteniendo intacta la creatividad con la que saltaba de edificios y convertía cualquier espacio en un escenario acrobático. Su energía, lejos de disminuir, parece reforzar la admiración por su disciplina y longevidad artística.
Parte de su vitalidad proviene de una rutina sencilla pero firme. El propio Chan explica que su entrenamiento se sostiene en la constancia: “Sigo yendo al gimnasio todos los días y corro durante una hora”. No es un hábito condicionado por las películas; es una práctica diaria que ha mantenido durante décadas, convirtiéndose en un pilar esencial de su bienestar.
Curiosamente, su filosofía sobre la salud no se basa en restricciones alimentarias. “Nunca hago dieta”, afirma, subrayando que su enfoque pasa por el disfrute y la autoaceptación. Para él, la clave es “mantenerse joven de corazón”, una idea que explica la serenidad y autenticidad que transmite incluso en sus apariciones más exigentes físicamente.
Esta relación entre cuerpo y mente conecta también con el escritor Haruki Murakami, quien a los 76 años sigue entrenando a diario para concentrarse mejor en su trabajo. Chan, al reflexionar sobre su experiencia en Kung Fu Yoga, describe con precisión las diferencias entre ambas disciplinas: “En el kung-fu la explosividad es necesaria… pero los movimientos del yoga son lentos, se centran en la suavidad”. Ambos mundos, lejos de oponerse, se complementan y fortalecen su equilibrio interno.
Finalmente, Chan subraya que estas prácticas sirven para “mantener el cuerpo y la mente en balance”, uniendo concentración, estabilidad y alegría interna. Más que un método, su forma de cuidarse es una actitud ante la vida: una filosofía que ha guiado su carrera, su disciplina y el magnetismo que sigue proyectando en cada uno de sus proyectos.