Ser alcalde en México se ha convertido en un acto de valentía. En solo doce meses de gobierno de Claudia Sheinbaum, grupos armados asesinaron a diez presidentes municipales en distintos puntos del país. Diez historias truncadas por la violencia, diez familias que quedaron en el vacío.
El crimen organizado ha dejado claro que el poder local es su campo de batalla. Los alcaldes, muchas veces sin protección, enfrentan de forma directa el control territorial de los grupos delictivos. Michoacán, Guerrero y Oaxaca concentran la mayoría de los casos.
El episodio más reciente ocurrió el 1 de noviembre, cuando hombres armados mataron a Carlos Alberto Manzo Rodríguez, alcalde independiente de Uruapan, durante el Festival de las Velas. Antes de ese ataque, Miguel Bahena Solórzano, edil de Pisaflores, Hidalgo, murió a balazos cuando regresaba a su casa. Y el 17 de junio, pistoleros ejecutaron a Martha Laura Mendoza Mendoza, alcaldesa de Tepalcatepec, junto con su esposo, en una región asediada por cárteles rivales.
La lista continúa: Lilia Gema García Soto, Salvador Bastida García, Isaías Rojas Ramírez, Mario Hernández García, Jesús Franco Lárraga, Román Ruiz Bohórquez y Alejandro Arcos Catalán. Todos tenían una historia, una comunidad detrás, una tarea pendiente. Todos cayeron bajo el fuego o los cuchillos del crimen.
Los especialistas coinciden: el municipio es el nivel más débil del Estado mexicano. Los alcaldes manejan recursos, obra pública, licencias y seguridad local. Son un objetivo directo para quienes buscan controlar territorios, rutas o economías ilícitas. Y lo hacen casi sin respaldo.
Según la consultora Integralia, solo en el primer semestre de 2025 se registraron 112 asesinatos políticos en México. Causa en Común reporta más de 300 policías muertos en los primeros diez meses del año. Las cifras no mienten: la violencia se está comiendo la estructura del país desde abajo.
Nancy Canjura, experta en seguridad, lo resumió sin rodeos: “El control del territorio lo tienen los grupos delictivos, no la autoridad”. Esa frase, brutal y cierta, refleja el drama que viven los gobiernos locales.
Mientras tanto, la administración de Sheinbaum enfrenta un dilema que crece día a día: cómo gobernar un país donde ejercer el poder puede costar la vida. Los especialistas piden protocolos urgentes de protección para alcaldes y funcionarios. Pero, por ahora, los hechos superan los planes.