Hoy: 23 de noviembre de 2024
De tener unos de los salarios más altos del mundo en 350 dólares al más bajo de tres dólares, por debajo de Cuba, constituye un descomunal problema para los habitantes de un país, tal como ocurre en Venezuela.
Un salario producto de la próspera economía de mercado que a partir de 1999 cayó en picada con la llegada del destructor socialismo del siglo XXI.
Por lo que es falso que la gestión de Hugo Chávez haya otorgado uno de los mejores salarios a los trabajadores del país. Ese era una especie de remanente encontrado por el teniente coronel que posteriormente eliminó.
Recuérdese su descaro al echarle en cara a un trabajador de Venezolana de Televisión el cobro de horas extras establecido en la Ley del Trabajo. Por ahí venía su malvado plan de hacer de los trabajadores venezolanos uno de los peor pagados del mundo, más la pérdida del derecho a prestaciones sociales.
Su consumación la ejecutaría cuando devalúa con la eliminación de ceros del bolívar que se cambiaba a más de cuatro dólares. Una moneda sólida por su altísima capacidad de comprar que le alcanzaba a la gente para satisfacer sus necesidades y podía ahorrar. Eran las innegables ventajas de la economía de mercado odiada por los izquierdistas ignorantes, infantiles y dogmáticos enemigos del progreso.
Ello más sufrir los efectos de una de las inflaciones más elevadas del mundo desde la segunda década del milenio del 2000, sin que en el lapso de más de 10 años el gobierno chavista haya presentado un plan para hacerle frente.
Eso es como vivir en el verdadero infierno y llevar una existencia de héroe por la adversa situación económica que niega el bienestar y crecimiento humano mínimos.
Transcurridos 25 años de la terrorífica experiencia del socialismo del siglo XXI, el venezolano de a pie sufre las secuelas de la falta de bienestar y felicidad económica negador de los mínimos estándares internacionales.
Atribuir esta deplorable situación a las sanciones aplicadas por Estados Unidos es una manera cínica por los jerarcas del chavismo de eludir el bulto y la responsabilidad del problema. Esta prolongada crisis ya existía antes de la llegada en 2016 de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Entonces la inflación llegaba aproximadamente al 50% consecuencia de los errores económicos del régimen, entre estos las expropiaciones al sector privado.
Curiosamente, un alto vocero del régimen, como lo es el comunista Jesús Faría, ha dicho que “las sanciones no son obstáculo” pues ya no impiden el crecimiento de la economía. Según Faría, no los van a chantajear con las amenazas de sanciones.
Ciertamente es así. No por casualidad Venezuela es un seguro suministrador de petróleo para EE UU que paga con dólares constantes. Y no como dicen, falsamente, algunos portavoces del sistema de que se lo roba.
Entonces, no se alcanza a entender tanta bulla antiimperialista cuando el gobierno de Estados Unidos los ha favorecido con la concesión de licencias para que las compañías petroleras operen en territorio nacional.
Pese a ello no son nada halagadoras las perspectivas de crecimiento de la economía del país. Las mismas se han diluido tras los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de julio. Estas se sustentaban en la posibilidad de un cambio en lo político y apertura económica al mercado con Edmundo González Urrutia en la Presidencia de la República.
Entre tanto los platos rotos de esta terrible situación económica los sigue pagando la mayoría del pueblo venezolano que lleva una vida de héroe. Todo por causa de un sistema inhumano que raya en el nuevo esclavismo del siglo XXI.
Pues, con la riqueza petrolera mal administrada y desigualmente repartida, carencia de diversificación de la economía más salarios y pensiones miserables, nunca podrá salir adelante un país.
Reproducimos por su interés este artículo firmado por Freddy Torrealba Z. publicado en El Impulso.