Un interno de Alcalá Meco ha estado meses con dos costillas rotas, ‘hecho polvo de dolor’, y sin que le atendiesen los médicos del penal

13 de noviembre de 2024
5 minutos de lectura
La cárcel de Alcalá-Meco. | EP

Santiago C., casado y padre de dos hijos, sufrió las lesiones en un accidente de tráfico previo a su detención policial por un robo

Si la atención médica en la cárcel de Soto del Real (Madrid) llegó a ser espantosa, al menos hasta que destituyeron en 2019 a todo su equipo médico tras tener que pagar Prisiones un pastón por gravísimas negligencias y desidias sanitarias, la de Alcalá Meco, el feudo de DON Pepe Comerón, no se queda a la zaga.

Y si hay dudas que le pregunten, y es solo un ejemplo entre decenas, al interno de esta prisión Santiago C., de 40 años, casado y padre de dos hijos. 

¿Se imaginan ingresar en la cárcel con dos costillas fracturadas, entre otras lesiones, tener un dolor horrible y que, pese a la insistencia, pasen los meses y el médico ni le prescriba para el dolor un triste analgésico porque nunca ha tenido tiempo de darle una cita y tratarle? Eso le ha pasado a Santiago C.

“Yo le he visto partido de dolor y ser estériles las peticiones para que le vieran los médicos”. Así lo cuenta a Fuentes Informadas quien durante un tiempo ha sido su compañero de celda, Juan Antonio Flores, el interno diabético que en este momento se halla prófugo para que en la calle le traten de sus dolencias tras la absoluta desidia de su prisión, antes la de Meco y ahora la de Navalcarnero.

Cuando Santiago C. llegó a prisión procedía de un hospital y traía un informe médico de su estado clínico.

Juan Antonio sigue huido de la prisión precisamente porque tiene una seria enfermedad y los médicos de su cárcel, ahora Navalcarnero, no le atendían. Fue DON Pepe Comerón quien ordenó el traslado de Flores desde la cárcel de Meco hasta la de Navalcarnero. Y, pese a su enfermedad, lo ingresaron en el módulo de yonquis de la infernal cárcel que dirige en Navalcarnero Noelia Jiménez.

Jiménez otrora fue discípula y subdirectora de DON Pepe en Meco (el don en mayúscula es porque este es el tratamiento que exige a los internos, bajo apercibimiento de sanción, el alcaide/director de Meco. Aunque en realidad, en la cárcel, todos los que pintan algo, directivos y funcionarios, demandan esa distinción a los reclusos, aunque esta solo está regulada para la figura del Rey, para nadie más).

La sumisión a la junta de los jueces

En torno a 15 escritos y quejas llevaba presentados Santiago C. hasta hace unas semanas. Ingresó en Meco el pasado mes de junio. Desde entonces venía pidiendo, sin éxito, ser atendido por los médicos de la prisión de sus lesiones. Dada la opacidad de las cárceles, se desconoce si finalmente ha sido tratado o no en estas últimas semanas.

Santiago C., de fuerte complexión física, llegó a suplicar a un funcionario que comunicase a los médicos su deseo de tener una cita con ellos. El dolor se le hacía insoportable, aunque tuvo la suerte de que otro interno le facilitó algunos a escondidas.

La privacidad médica es inexistente en la cárcel. Al funcionario hay que explicarle el motivo de querer ir al médico para que este lo eleve a su vez a los facultativos.

Y, según comentó después el funcionario a Santiago, tras haberle comentado al doctor lo de las costillas rotas y que el interno en cuestión llevaba meses buscando una cita, que este le había soltado, al decírselo, que “no hacía falta verle ya, porque tras unos meses las costilla se sueldan solas”.

Como se lee. O al menos eso comentó a Flores el interno que le había dicho el funcionario a quien, a su vez, se lo había dicho el médico. Es decir, ¡como ya no hay nada que hacer, no es necesario verle…!

Con independencia de que la rotura de las costillas que presentaba Santiago C. obedeciese a un accidente de coche que tuvo lugar durante la persecución policial en la que fue capturado para cumplir una condena de seis meses por un delito de robo con fuerza, a Santiago C. también le asiste la inexorable aplicación del derecho universal de todo ser humano a una atención médica.

Y con más ahínco si cabe cuando esa persona está privada de libertad.

Ante Pepe Comerón, desde el pasado junio, Santiago, muchas veces a través de su compañero Flores, que estudió Derecho en la cárcel, ha debido presentar una decena de escritos. Ni caso.

Y los mismos luego en queja ante el Juzgado de Vigilancia 6 de Madrid, que dirige la juez Gracia Paracuellos, que, por su lado, se ha limitado a desestimarlo todo sin aparentemente preocuparse de qué le ha sucedido al interno.

Muchos internos se quejan de que los jueces de instancia supeditan en exceso sus decisiones a los dictados de las juntas de tratamiento en una evidente y cómoda pérdida del papel fiscalizador del juez de vigilancia antes las decisiones administrativa de una prisión.

“¿Para qué están entonces los jueces de vigilancia?”, se pregunta un preso.

Las en general acomodaticias decisiones de los jueces de vigilancia suelen ser revocadas con frecuencia, en lo que respecta a Madrid, por la Sección Quinta de la Audiencia Provincial. Y más cuando la presidía el juez Arturo Beltrán, a quien los presos le llamaban “san Beltrán o san Arturo”.

A los jueces de instancia no les gusta que les revoquen decisiones, pero es la única forma de hacerles entender que ellos deben ver más allá del criterio subjetivo de las junta de tratamiento, que son las que dan permisos y hacen progresar, o no, a los internos. Lo sencillo es no hacer nada.

En las cárceles existe la convicción de que los jueces de instancia de Madrid hacen justamente lo que dicen las juntas. Y por eso ninguno desecha acudir al tribunal de “san Arturo”, antes de este jubilarse, hace dos años, y ahora con Paz Redondo y Pascual Fabía Mir como presidenta y magistrado de esa sala, con alguna esperanza en el resultado más allá del dictado de la junta avalado por la juez Paracuellos.

Resoluciones de corta y pega

Un ex interno, que pide guardar anonimato, señala: “Los corta y pega en general de las resoluciones de los juzgados de vigilancia son lastimosos.

“En el juzgado de la juez Paracuellos se desestima casi todo. Yo he leído resoluciones de ese juzgado con las mismas frases, parecían cortadas y pegadas, pese a ser hechos y personas diferentes”, añade el citado interno.

Parece que cambian el nombre del afectado en la resolución “y te calzan lo mismo: es muy lamentable que jueces que deben tener su propio criterio olviden que en su sueldo está incluso el asumir algún riesgo en pro del colectivo y la reinserción”, añaden estos medios.

“Lo fácil es decir sí buana a lo que se dicte desde la cárcel, una burocracia administrativa que debe desvincularse del necesario control judicial”, subraya el abogado de otro ex preso.

El caso de Santiago C., que aún sigue bajo el incierto e imprevisible paragüas de DON Pepe en Meco, surge después de que Fuentes Informadas les hablase sobre las enormes vicisitudes que ha pasado en la cárcel Juan Antonio Rodríguez Flores, el interno con diabetes que lleva fugado un mes de la cárcel de Navalcarnero tras sufrir una grave desatención médica, que a punto ha estado de costarle la vida y dejar viuda y cuatro hijos.

Juan Antonio tiene previsto volver a la cárcel voluntariamente. Apenas le quedan dos años de una condena de ocho por un delito económico.

Pero quiere hacerlo cuando este recuperado de la grave úlcera que le salió en un pie hace meses y que no le daban ni antibióticos en la cárcel para que se curase. No volvió a Navalcarnero tras su último permiso, hace algo más de un mes. En la cárcel no le atendían.

Él, como abogado, ha ayudado a Santiago C. en la redacción de sus escritos. Por eso conoce lo que está viviendo su amigo en el feudo de José Comerón.

10 Comments

  1. Jueces de Vigilancia?
    Una figura inexistente que estará comunicando por wasap con el director sino tendrá “becarios” para corta pega pero es así en todas! Un sueldo o figura que realmente no se ajusta a sus obligaciones y nunca vela por la seguridad de los internos.
    Esto es digno de estudio y visualizar quejas y respuestas. Se destaparía toda la verdad incómoda para algunos jueces de vigilancia,pero lo único que vigilan es su sueldo.

  2. Sería necesario que las tv de los diferentes gobiernos den voz real a esto. Y solo así parara o se generará alivio al menos.
    Que triste es la impunidad con la que actúan.

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