La justicia injusta del hombre injusto

1 de noviembre de 2025
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Balanza de justicia. | Fuente: Canva

Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor. – Francisco de Quevedo

La ética de las intenciones

La pregunta fundamental que nos acecha es: ¿Justificas al impío y condenas al justo?

La justicia de un hombre justo y la de un hombre injusto se recrean, invariablemente, en la ética de sus intenciones. Cuando un hombre injusto ejecuta un acto que parece justo, lo hace buscando beneficios inmerecidos o injustos. Sus maquinaciones no son limpias, no son puras, ni son justas; son, por esencia, injusticias disfrazadas.

El hombre no temeroso de Dios, aun siendo consciente de toda la injusticia que se comete a su alrededor, prefiere escudarse en el engaño: «No tenía conocimiento», «No sabía nada de lo que estaba pasando». Con este desentendimiento consciente, no solo evade tomar medidas justas, sino que mantiene y fortalece la injusticia. Pero el cielo lo está observando.

Hazme justicia, oh Dios, y defiende mi causa…; líbrame del hombre engañoso e injusto. Salmos 43:1.

La justicia del hombre y la delicia de Dios

¿Cuándo la justicia del hombre se eleva a la Justicia de Dios?

Para el Creador, es una delicia que el hombre haga de su juicio la justicia de Dios, y no la justicia teñida por el interés personal. Justo es el hombre que basa sus decisiones en comunión con Dios, y no en la entrega a sus instintos más bajos e injustos.

El hombre es justo cuando, teniendo en sus manos el momento, el sitio y la circunstancia para hacer justicia, la ejerce en puridad, sin caer en connivencia con el hombre perverso. Porque mal puede brotar un acto de puridad de quien vive en las andanzas del mundo de la injusticia. La justicia justa debe ser pura, limpia y espontánea.

Si un hombre injusto hace una justicia porque es la respuesta que todos esperan, esa justicia tiene un trasfondo para obtener o esconder cosas injustas que le traerán réditos mal habidos. El hombre justo es amado por Dios porque no se deja influenciar por otro para mantener apocado a su prójimo o para vengarse en las miserias ajenas.

El precio del poder terrenal

Muy pocos piensan en el destino de sus almas. Cuántos se condenan porque solo piensan en su circunstancial momento de poder terrenal. Solo saben administrar justicias injustas, movidos por amiguismos e intereses inconfesables. Prefieren hacer abstracción de la existencia de Dios para ejecutar una justicia que, por su terquedad y ego, no es justa.

Hay quienes se creen justos, y aun pudiendo arreglar las cosas que claman por justicia, se quedan callados y en silencios injustos. Permiten el desgaste y el transcurrir del tiempo a quien ha acudido buscando ayuda, incluso cuando es un siervo de Dios o un prójimo desvalido.

Por eso, el hombre de bien debe aprovechar ese momento cuando su prójimo le pide justicia: es una oportunidad, ante el Creador del universo, de demostrar que es justo y no ser partícipe de la maldad.

La obra maestra de la injusticia

No eres justo cuando permites injusticias. No eres justo cuando, por mantener un estado de cosas injustas, te haces el desentendido y miras para otra parte. Así hará contigo el Señor de los cielos cuando le pidas justicia: Mirará para otro lado y se desentenderá de ti.

Cuando entre hombres injustos se tapan sus injusticias y dejan correr el tiempo, entonces comerán de su propia justicia. ¡Cuidado si en ese plan entre amigos se permiten cometer injusticias contra un siervo de Dios!

La obra maestra de la injusticia es parecer justos sin serlo. Platón.

Una justicia combinada con aderezos injustos, no es justicia. Cuántas veces, habiendo recibido noticia de las injusticias, el hombre de poder traiciona al justo para fortalecer al injusto. Nada bueno se puede esperar de los hombres injustos, pero la justicia divina llegará a su tiempo.

El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al Señor. Proverbios 17:15.

Cuida tu alma; nadie se burla de Dios.

Si practicas la equidad, aunque mueras no perecerás. Lao Tsé.

Dr. Crisanto Gregorio León

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