Hoy: 23 de noviembre de 2024
Frente a la insensatez diaria, ante la falta de honestidad y de criterio que alumbre un poco este pasadizo de sombras, el duende quiere revestirse hoy de trascendencia para conjurar con afanes intensos a la esperanza.
Un testigo oyó decir al cardenal Agostino Casaroli, mientras cenaba con Don Juan de Borbón, que nada hay más peligroso en la vida que un creyente comprometido… Lo atestiguan esa multitud de seguidores de Jesucristo que han sabido conjugar la fe con su quehacer diario. Con razón aseguraba Maquiavelo que las virtudes cristianas impiden la construcción de una sociedad donde no pueden vivir a sus anchas los amorales sin escrúpulos.
Entiendo por propia experiencia que el ser humano necesita ser reparado. Necesita ser compadecido. Los delitos nos abruman, dice el salmo 64, pero a alguien tenemos que contárselo, alguien de confianza que comprenda con nosotros la debilidad y justifique con su afecto nuestra impotencia. Como había escrito Terencio, necesitamos encontrar a Alguien mayor que nosotros, pero que no sea ajeno a nada de lo humano. Cicerón era insistente en repetir que, pedir perdón, es buena medicina para cuantos se han equivocado… Pedir perdón y pedir auxilio.
Jesucristo, por eso, es compasivo hasta el extremo, ya que ha perforado hasta el extremo la piel de la pobreza y el desvalimiento de las criaturas. Sabe que el lobo sólo cambia de piel, pero no de naturaleza. Así el hombre necesita una y otra vez la compasión porque una y otra vez, interminablemente, se equivoca.
Sin embargo, ser compasivos no se trata sólo de padecer con alguien, sino de saberlo acompañar en los difíciles recorridos de la vida, especialmente a los más débiles.
(La semana próxima compartiré con mis lectores una larga lista de personas y situaciones a compadecer).
EL DUENDE